Primero acordar un entendimiento común acerca de qué es la codicia, cómo podemos entenderla y cuáles son sus sombras.
La codicia siempre se presenta luminosa; la codicia es siempre querer más, tenerlo todo y todo eso a prueba de cualquier riesgo, es decir tenerlo todo asegurado y sin perder nada.
La codicia nunca te dejará satisfecho, es una pesadilla (“I can’t get no satisfaction”).
Un estado perfecto en que lo que imagines lo puedes tener y lo que gastas en ello da lo mismo, siempre vendrá más y más y más, sin medir las consecuencias, sin importar los medios para conseguirlo.
Es un vicio insaciable que lleva a mentir, presumir, engañar, manipular. En su grado máximo, la codicia te puede llevar a abusar, delinquir y hasta matar.
El opuesto a la codicia habría que ir a buscarlo en personajes como Gandhi, San Francisco de Asís, Mujica, Jorge Alessandri, Facundo Cabral, Sor Teresa, Alberto Hurtado y otros tantos ejemplos de austeridad al servicio de los seres humanos, desde su ser y desde su hacer.
San Francisco de Asís decía
“Deseo muy poco y lo poco que deseo, lo deseo poco”
La austeridad es una conducta moral y cívica, respetuosa de la legalidad, los valores y el sentido común. La austeridad se apoya en la humildad, la solidaridad y la confianza.
El gran Facundo Cabral decía:
“La vida no te quita cosas, te libera de cosas. No pidas más, vive más”.
Nunca le abras la puerta a la codicia, ella pondrá el pie cuando intentes cerrarla y se las ingeniará para que más temprano que tarde, tú la invites a pasar. La codicia es muy atractiva.
La codicia es el demonio comprando tu alma.
La austeridad deja tu alma en paz.
El opuesto a un pecado,siempre es un valor.