
Enviado por Jorge Olalla Mayor el 26/03/2011
Sir Winston Leonard Spencer Churchill (1874 -1965)
A lo largo de su brillante carrera, Sir Winston Leonard Spencer Churchill fue sucesivamente el hombre más popular y el más criticado de Inglaterra, y a veces ambas cosas al mismo tiempo. Considerado el último de los grandes estadistas, siempre será recordado por su rara habilidad para predecir los acontecimientos futuros, lo que en ocasiones se convirtió en una pesada carga para sus compatriotas.
También será recordado por sus innumerables anécdotas y su elocuente oratoria que a veces impactaba profundamente por su agudo humor y punzante ironía.
Dicen (o mejor dicho: cuenta la leyenda) que en sus encendidos discursos en el parlamento frente a sus aliados y a sus numerosos adversarios, Sir Winston acostumbraba a hablar, siempre acompañado de un grueso habano, el cual se iba consumiendo lentamente sin que la ceniza se cayera. Esto mantenía a toda la audiencia pendiente de que en cualquier momento la ceniza se caería. Sir Winston se aprovechaba de esta distracción para ir imponiendo sus ideas.
Lo que nadie sabía, era que el viejo zorro preparaba sus habanos enrollándolos con un fino resorte que mantenía la ceniza perfectamente adherida mientras el habano se consumía.
Algunas de sus célebres frases:
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«Pasé más de la mitad de mi vida, preocupándome por cosas que jamás iban a ocurrir»
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«El político debe ser capaz de predecir lo que va a pasar mañana, el mes próximo y el año que viene,
y de explicar después por qué no sucedió»
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«La democracia es el sistema político en el cual, cuando alguien llama a la puerta de calle a las seis de la mañana, se sabe que es el lechero»
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«La historia será amable conmigo, porque tengo intención de escribirla»
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«Lo que ayer afirmé yo estaba plenamente convencido y hoy que lo niego,
también estoy plenamente convencido»
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«Un buen político es aquel que, tras haber sido comprado, sigue siendo comprable»
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«Un optimista ve una oportunidad en toda calamidad;
un pesimista ve una calamidad en toda oportunidad»
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«El éxito es aprender a ir de fracaso en fracaso sin desesperarse»
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Sucedió en el Parlamento inglés. Fue durante uno de los discursos de Churchill en el que una diputada de la oposición muy ofuscada, pidió la palabra. Todos sabían que a Churchill no le gustaba que interrumpiesen sus discursos.
Pero la palabra le fue dada a la diputada, y ella dijo en alto y buen tono:
Sr. Ministro, si Vuestra Excelencia fuese mi marido, yo pondría veneno en su café
Churchill, con mucha calma, se quitó los lentes, y en aquel silencio en el que todos estaban esperando la respuesta exclamó:
Y si yo fuese su marido, me tomaba ese café
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En el estreno de su obra Santa Juana, George Bernard Shaw envió a su cordial enemigo Churchill dos entradas con una nota, diciendo que una era para él y otra para un amigo:
«… si es que tiene uno».
Churchill le escribió una nota de agradecimiento, disculpándose por no poder asistir al estreno y pidiéndole entradas para la segunda función:
«… si es que la hay».
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También se le atribuye uno de los discursos más breves y significativos que hayan sido pronunciados por estadista alguno.
Sucedió después del fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando fue invitado a dirigirse a los alumnos de Harrow, la escuela de su infancia. Luego de ser presentado ante los cientos de oyentes que ansiosamente esperaban uno más de los famosos discurso que daba, el Primer ministro se levantó, tomó con una mano la solapa de su abrigo, colocó la otra mano en su espalda y dijo:
«Nunca, nunca se den por vencidos.
Nunca se den por vencidos, en nada que sea grande o pequeño, sublime o trivial.
Nunca se den por vencidos. Nunca, nunca, nunca, nunca…»
Tras lo cual el gran estadista miró solemnemente a sus atónitos alumnos jóvenes oyentes
y volvió a sentarse sin decir nada más.
Este gran discurso resume de manera espectacular uno de los más importantes, si no el más importante, secreto del éxito.