A Elicura Chihuailaf lo entrevisté el año 2011, en el contexto de una invitación que se le hizo a participar en un encuentro mundial de ex alumnos de The Newfield Network, el cual se realizó en Villa de Leyva, Colombia. Yo era Director de Comunicaciones de esa Escuela y esta entrevista era parte de la convocatoria que presentaba a los invitados que estarían en ese encuentro de 4 días.
Siendo hoy el Premio Nacional de Literatura 2020, he rescatado su testimonio como un tesoro que comparto con ustedes.

Elicura Chihuailaf es uno de los poetas y escritores más importantes que tiene el pueblo mapuche, también puedo agregar que es uno de esos personajes maravillosos que a veces la vida nos da el privilegio de conocer. Su presencia es una mezcla de humildad y sabiduría, un maestro que lucha por su pueblo con un arma poderosa y poco común: la palabra.
Su obra ha sido premiada muchas veces y su voz ha recorrido todo Chile como también muchos lugares del mundo. Es uno de nuestros invitado al próximo encuentro mundial de ex alumnos de Newfield Network en Villa de Leyva, Colombia.
Nuestra conversación comenzó con esta pregunta ¿quién es Elicura Chihuailaf?
Mi nombre es Elicura Chihuailaf, nací en una comunidad al sur de Temuco. Sigo viviendo en mi comunidad a pesar de que tuve que salir al exilio de la ciudad para estudiar y alcanzar algunas posibilidades que no nos da el lugar. Me considero una persona que, habiendo nacido en el ámbito de la oralidad, accedió a la escritura pero no a la literatura. Yo siempre aclaro que la oralidad es la forma en la que han surgido todos los pueblos en todos los tiempos y en todo lugar de la tierra.
La oralidad es un artificio que el ser humano aprende escuchando los sonidos de la naturaleza, todos los idiomas comienzan en las onomatopeyas y luego surge esta necesidad de establecer en un papel o en un elemento electrónico la palabra escrita y con ello la literatura. Si la oralidad es un artificio, la literatura es un artificio del artificio al cual yo no he accedido, porque cuando escribo, escribo de mi experiencia como mapuche que me habita su visión del mundo. Cuando escribo nunca indago, recurro a mi memoria, no hago investigación para escribir libros, en realidad yo nunca pensé escribir libros.
Según dice mucha gente, la maravilla del ser humano es la posibilidad de nombrar, para que así aquello que se ve o no se ve tenga existencia. Yo estoy en ese espacio, entre la oralidad y la escritura. Para explicarlo yo siempre pongo como ejemplo a mis pies, que preceden o anteceden al otro al caminar. Podemos decir que damos un paso con el pie izquierdo y quedó a la espera para avanzar el pie derecho, pero nadie nombra el espacio que se produce entre ambos, entonces ése es el lugar que yo habito y que yo lo llamo la oralitud.
“La conversación es un arte, es la cultura primordial del ser humano”
¿Cuál es tu motivación?
En la cultura nuestra hay dos relatos que son fundamentales. Uno es el relato del azul, que es el relato de inicio de la vida y otro es un relato de reiniciación de la vida en el mundo mapuche y que es Tren- Tren y Kai-Kai, dos serpientes que disputan permanentemente con las energías positivas y negativas dentro de nosotros, entonces lo que a mí me mueve es el principio de haber escuchado esos relatos y el cultivo de la palabra permanentemente por nuestra gente “ el arte de la conversación” , la conversación es un arte que hay que cultivar permanentemente porque esa es la cultura primordial del ser humano. A través de las palabras, los cantos, los cuentos, los consejos que recibí de mis mayores es lo que motiva permanentemente mi vida y es la búsqueda de la belleza del ser humano, la valorización de la diversidad, no como un discurso sino como una necesidad de riqueza. El aprendizaje está en los demás, no solamente en uno mismo.
El ser humano es uno sólo mirando el universo, dice nuestra gente y preguntándose permanentemente de dónde venimos y hacia dónde vamos. Cada cultura es una posición en el universo para intentar atisbar una respuesta a esa inquietud y es ahí donde cobra validez cosmológica y terrenal la palabra porque el ser humano puede avanzar desde el punto de vista de la tecnología hasta lo inimaginable, sin embargo es, ha sido y seguirá siendo esa fuerza de la energía infinita que es la palabra, la palabra poética en el sentido de búsqueda de lo mejor de ese diálogo positivo-negativo de nosotros, la única que ha tocado, toca y seguirá tocando aquello misterioso e insondable que es el espíritu y el corazón de uno u otro y una u otra con quien hablamos. Por eso la conversación es tan importante y es considerada un arte, a ese arte nosotros lo llamamos Notram.
El ser humano es uno sólo y no hay culturas superiores ni inferiores, sólo hay énfasis distintos. Unos ponen énfasis en las cosas utilitarias y otros se quedan en el cultivo de la cultura primordial que es el cultivo de la palabra. Mi gente dice que el corazón que representa el cuerpo, es como una roca no pulimentada y que hay que pulirla poco a poco haciendo fluir el agua de las palabras.

Todas las culturas tienen positivo y negativo, igual que nosotros, somos duales porque el universo es dual. Y eso es lo que me mueve, por eso yo siempre estoy recurriendo a los contenidos y a la denominación del color que está en el relato de inicio de la vida mapuche, el azul.
¿Por qué el azul?
Nuestros Mayores dicen que el primer espíritu mapuche vino arrojado desde el Azul, pero no de cualquier Azul sino del Azul del Oriente. Como en nuestra tierra no había nada que lograra un Azul homogéneo, nos decían que el Azul existía en el oriente y en el espíritu y en el corazón de cada uno de nosotros. Y que cuando nuestra energía abandona nuestro cuerpo se transforma en agua, aire, fuego, tierra, verdor y que realiza una conversación permanente entre el corazón, que representa lo perecedero y su huésped, que es el espíritu, se dirige hacia el poniente para llamar a Nontufe, el Balsero de la muerte, y así cruzar el Río de las Lágrimas para reunirse con las energías de los recién fallecidos y juntos retornar al lugar de origen: el Azul del Oriente, completando así el círculo Azul de la vida.
“Cuando abogamos por nuestra cultura lo hacemos por todas”
Háblanos de tu pueblo.
Desde la perspectiva de visión de mundo, hay un centro en torno al cual gira nuestra manera de ver la vida entendiendo que la vida trascurre entre lo cotidiano y lo infinito, tiene esa dualidad. . Ese centro se denomina itro fil mogen, que traducido al castellano sería “la integridad sin fragmentación o la totalidad sin exclusión”
Los seres humanos son parte del infinito, por eso podemos tocar ese derrotero de estrellas que nos mueven internamente y cuando buscamos la explicación del universo, la buscamos primero dentro de nosotros. Nuestros mayores dicen que nada hay en el universo que no esté en cada uno de nosotros. Cada cultura es una totalidad, y el mundo es un cuerpo vivo donde cada cultura es una vértebra. Por eso los mapuches no rechazan la modernidad, sino su imposición. Lautaro, por ejemplo, tomó esa máquina que era el caballo, pero a su ritmo y forma, y logró cambiar la historia de un pueblo.
Nuestra cultura es incluyente, valora sus diversidades, cada una de ellas entrega su aporte particular para enfrentar los rigores de la historia común. Existen nuestras comunidades -físicas y espirituales- y por ellas existen nuestras organizaciones, cada una da cuenta de una innegable realidad. Todas nuestras organizaciones nos representan en la totalidad de la vida que no ha tocado vivir.
Mapuche significa “Gente de la Tierra”, la Tierra no nos pertenece, somos sus hijos, sus brotes y esto establece normas en nuestra relación con ella, en la claridad de que debemos tomar de la Tierra sólo lo que es necesario para vivir. La madre Tierra nos da todo lo necesario para vivir, no tenemos el derecho de esquilmarla.
Eso también establece la aceptación de que el ser humano es diverso y de hecho en nuestra visión del mundo hay interpretaciones del mundo en el sentido horizontal y en el sentido vertical.
En el sentido horizontal se generan 4 diversidades en el mundo mapuche, porque a pesar de que pertenecemos a una misma cultura, algunos viven en la costa, otros en el sur, otros en el norte y otros hacia el oriente, y se produce una intersección en el centro de todas esas diversidades. Dentro de esa realidad hay elementos comunes, como un idioma desarrollados a partir de dialectos e idiolectos. A cada identidad hay que escucharla para conocer los problemas que tienen ya que quien vive en la cordillera no puede darle soluciones a un hermano o hermana que vive en la costa, porque su vivencia cotidiana es distinta.
Los seres humanos, como las hierbas medicinales, los animales, los insectos, tienen elementos comunes y también tienen diversidades, la suma permite lo que se denomina en la cultura occidental como la biodiversidad, entonces desde esa perspectiva nuestra gente nunca a dicho que seamos la mejor cultura, somos una cultura más con el derecho a seguir existiendo y es lo que reclamamos, como toda cultura, con las transformaciones que toda cultura tiene en el tiempo.
Decimos que el pensamiento es como una flor que hay que cuidar porque es muy frágil, rápidamente se marchita y desaparece, y que el mundo es como un jardín ¿qué sería de un jardín sólo con flores azules, que son nuestras predilectas? La maravilla de un jardín la hace la diversidad de colores porque cada una de ellas tiene desde luego un color, una forma, una textura, un aroma. Por eso que cuando abogamos por nuestra cultura lo hacemos por todas.
Cuando me hablabas de la diversidad apareció en mis pensamientos la simbología del mundo que está dibujada en el Cultrún.
Ese mundo tiene un centro que se llama Rehue, que es además el nombre que recibe la escala ritual de la Machi, por donde asciende cuando hace sus actos de sanación. Rehue significa “Lugar de la pureza”, y ahí también vemos que los contenidos de los conceptos son distintos, porque la pureza, para la cultura occidental, es solamente lo positivo y que en lo posible cuando se entra al dogma de la religión hay que expulsar lo negativo. Para nosotros lo negativo es necesario porque es una memoria que nos está diciendo sobre qué levantarnos cotidianamente. El Rehue que es el lugar de la pureza es el lugar donde dialogan todas las energías, positivas y negativas. Eso implica conceptos que son distintos y que crean los determinados conflictos de los Estados con nuestras culturas como las ideas de progreso, de desarrollo, de cómo educar, conceptos de belleza, etc. y nos obligan a conceptos unívocos, excluyentes. Nos acusan de que nos oponemos al progreso y al desarrollo y nosotros decimos que no, nadie puede oponerse al progreso y al desarrollo, el problema es qué progreso, qué desarrollo ¿Con la naturaleza o en contra de la naturaleza?
«Nosotros queremos un progreso con la naturaleza«
Todo tiene que ver con una idea de la visión de mundo. Nosotros somos una cultura que parte de un punto y vuelve a ese punto, la vida es circular, por eso que las palabras que se dicen de una manera positiva y se vuelven a uno de una manera positiva o las que dicen de una manera negativa, se vuelven de una manera negativa, no podemos pensar que vuelvan de otra manera.
Esto genera las barreras que imposibilitan el diálogo, porque la comprensión del diálogo es distinta. El Estado impone una forma de decir las cosas y habla de la legalidad, olvidándose de la legitimidad y la legitimidad está antes que la legalidad.
«La legalidad está impuesta sobre la legitimidad»
«Nacen y mueren las estrellas, mas no su energía en la que late el círculo del tiempo. Somos presente porque somos pasado y sólo por ello somos futuro, nos lo siguen reiterando los ancianos y las ancianas desde todas las culturas del mundo: No es posible el olvido. Olvidarse es pensar -vanamente- que la Tierra y el ser humano, mientras existan, dejarán alguna vez de soñar.»
Elicura Chihuailaf
Háblanos de los sueños en la cultura mapuche.
La cultura mapuche es una cultura en la que el lenguaje de los sueños ocupa un espacio fundamental. Desde allí surgen con insospechada frecuencia nuevas palabras. Los verdaderos sueños son anunciadores de lo que vendrá.
En los sueños se constata que cuando andamos dejamos huellas, pero al mismo tiempo proyectamos otras. Por eso podemos develar su curso en el devenir del tiempo, porque son huellas más prístinas y pueden ser «leídas» más fácilmente que aquellas del pasado lejano o inmediato y menos o más cubiertas por el polvo de la tierra y del recuerdo.
Escuchando a nuestros mayores, los niños y las niñas, comenzábamos a aprender el arte de alumbrar nuestros sueños para que en el transcurso de los años podamos acercarnos poco a poco a la sabiduría de su entendimiento. Porque siendo cada ser humano una pequeña réplica del Universo todo lo que está en él nos habita: las energías duales, el Sol de la alegría y la Luna de la nostalgia, las nebulosas, un derrotero de estrellas. Nuestra gente nos dijo y nos está diciendo: a mayor silencio, y consiguiente contemplación, más profunda será la comprensión del lenguaje del cosmos en el que sólo los sueños poseen un rielar propio, pues en ellos vive el fluir insondable del principio y del final.
La gestualidad es un lenguaje, los sueños son un lenguaje de lo venidero y la palabra es esencialmente sentimiento, emociones y esto marca también la diferencia con las culturas occidentales que parten de la misma manera como todo ser humano que en la exageración por la tecnología han ido perdiendo la memoria y esa memoria significa que nos encontramos en algo que en el mundo occidental se dice pero no se practica. He aquí una máxima pedagógica: se educa por lo que se hace, más que por lo que se dice. Entonces ahí se reúnen todas las posibilidades del lenguaje, del idioma: la gestualidad, la palabra hablada y el descifrar los sueños que es algo muy importante, recordar los sueños.
Es la diversidad la que otorga el alegre colorido a un jardín. Tal como la expresión de esa diversidad, el diálogo de sus pensamientos, es lo que nos permite y nos seguirá permitiendo la más enriquecedora comprensión del mensaje de los sueños.
¿Qué esperas del encuentro de Newfield en Colombia, cuál será tu mensaje?
Lo que yo espero es la comprensión de la diversidad y la valoración de la diversidad, no como un discurso, porque muchos ahora hacen gárgaras con la palabra diversidad.
Me refiero a la diversidad como está en el Cultrún, un hecho real que está marcado como símbolo y que por lo tanto la valoración real de que el interlocutor o interlocutora que tenemos en frente como individuo o como pueblo o como cultura es válido, es una posibilidad de enriquecerse y que es necesario conocer.
No es mucho lo que pedimos, es vivir la hermosa morenidad, como hermosa es la negritud y como hermosa es la rubiedad y la amarillentud.
Nuestra gente dice que quién no se ama así mismo no es capaz de sentir ternura por otro distinto, entonces la tarea inicial es amarse uno mismo y para eso hay que conocer lo que uno es.
A través de internet nos llegan todas las culturas y la gran pregunta es ¿quién soy yo? Y es una pregunta fundamental para que ese instrumento sea una posibilidad de enriquecimiento que nos está recordando tres cosas: la cultura propia, la apropiada y la enajenada. Si no conocemos nuestra propia cultura no podemos apropiarnos de lo positivo que tienen otras culturas y si no la tenemos terminamos enajenados. Yo creo que los jóvenes ya se están dando cuenta, lo que me mantiene optimista.
Eso, simplemente.
Entrevista de Jorge Olalla