Cuando Giorgio Jackson afirmó que él y los diputados de su partido donaban la mitad de sus honorarios parlamentarios – es decir mensualmente unos 6 millones de pesos cada uno – nadie siquiera lo puso en duda y los diputados aludidos tampoco dijeron nada.
Se dio por entendido que era así. Lo decía un diputado muy admirado y respetado, especialmente por los jóvenes; además en esa época los diputados no estaban tan brutalmente desprestigiados como lo están ahora.
Nadie preguntó, nadie indagó, nadie aclaró.
Confieso que eso me provocó una gran admiración, me acordé del Padre Hurtado “Dar hasta que duela” y la verdad es que donar la mitad de lo que recibimos como ingresos mensualmente, es algo poco usual, sobretodo en los políticos. Yo imaginaba a Giorgio y sus camaradas diputados yendo cada fin de mes a un hogar de ancianos, de niños abandonados, de enfermos terminales… con su canastilla de millones de pesos para ayudarlos a vivir más dignamente.
Con esta actitud solidaria e inspiradora, el resto del parlamento quedó muy tocado (y mudo). Nadie dijo nada y Don Giorgio se encumbró aun más en su idílica relación con los jóvenes chilenos alcanzando ademas a todos los segmentos. Era un gesto hermoso y Giorgio nunca lo anduvo diciendo en los medios para vanagloriarse o ufanarse, como usualmente sucede con quienes ayudan interesadamente.
Pasaron algunos años, tal vez cinco, y como dice la canción: “todo se derrumbó” y lo que parecía ser una bella excepción dentro del corrupto mundo político, era un engaño, un horroroso engaño que Giorgio y sus camaradas diputados mantuvieron en secreto.
No habían tales donaciones, todo era una burda mentira.
Lo que era donación resultó ser simplemente una vaca que hacían entre ellos y para ellos, ahorrando para ir enfrentando imprevistos y futuras elecciones. Un respaldo monetario para los tiempos difíciles. Es tanto lo que ganan los parlamentarios que ahorrar el 50% no se nota.
Lo más terrible y desalentador es que en vez de pedir perdón, Don Giorgio se ofende y se defiende haciendo aún más dolorosa su mentira («Siempre habrá una explicación que suavice el fenómeno o hecho«). Engañó a tantos ingenuos, como yo, que sentíamos haber recibido algo que ya casi parece estar en extinción: un ejemplo valórico.
Llega a mis pensamientos una historia de Aristóteles, filósofo, lógico, científico y erudito de la Antigua Grecia quien en el siglo 3 AC, sostenía que las mujeres tenían menos dientes que los hombres y así lo explicaba:
«Esto es debido a la mayor abundancia de calor y sangre en los hombres que en las mujeres”
Dado el prestigio y sabiduría de ese gran maestro nadie lo cuestionó y con esa creencia vivimos por mas de 16 siglos… hasta que a alguien se le ocurrió contarlos.
Me encanta la historia de Aristóleles. La conocí por primera vez al leer el libro Reinventando las Organizaciones de Fred Laloux..
Me gustaMe gusta