Entrevista de Jorge Olalla
Anita Torres

Después de publicar la entrevista anterior de Historias de Coaching, el destino me contacta con Anita Torres, quien también es parte de las primeras coaches certificadas en el mundo. Además gran amiga, para mi fortuna.
Nos conocemos desde los comienzos de los 90 y hasta el día de hoy debo confesar con admiración que es la Coach más amigable, cercana y coherente que conozco. Anita tiene la gracia de que a pesar de su profunda pasión por el Coaching, nunca se involucró como parte de alguna Escuela o empresa de Coaching. Siempre ha sido freelanzer a pesar de las numerosas ofertas que le han hecho en el transcurso de su profesión. Debo decir con cierto orgullo que la única efímera vez que ella aceptó una oferta de una Escuela, fue la que yo le hice y duró exactamente una semana.
Cuando le tocó vivir tras las bambalinas, salió arrancando.
En la primera reunión general me dijo…. esto no es para mí! y renunció. A decir verdad me arrepentí de haberla convencido a que se integrara como “funcionaria”, como en broma yo la llamaba.
Esta independencia en la vida y en la profesión, más su inmenso don de servicio, son en gran parte responsables de que a ella todos la quieran.

“Soy mujer, amante, compañera, amiga, hija, madre, abuela. No lo puedo evitar. Es parte de la naturaleza, mi naturaleza. He aprendido a cocinar a fuego lento, a estar y sostener desde mi femenino, que me sale por los poros. Prender el fuego de la hoguera, soplarlo y mantenerlo encendido. Es calor, luz, y compañía. Hogar, casa, pertenencia .
He aprendido a reconocer y aceptar mi masculino, que también habita en mi.
Impetu, pasión, que a veces quema, me quema e invade. En ocasiones sale sin filtro y a la vez me permite disentir y sacar mi voz no excenta de miedo.
Esto le pertenece a mi ser coach, tiñe mi mirada, mi observar, mi escuchar, mi acompañar. Es como un manto de múltiples colores que tiene revés y derecho.
Tiene masculino y femenino. Un lente de aumento desde donde observar y explorar!“
Ana María Torres
Coach Ontologíco 1991
Vamos a comenzar con la pregunta de rigor ¿Cómo llegaste al Coaching Ontológico?
Como todas las cosas, tiene su lado luminoso y su lado oscuro.
Yo había estudiado geografía, soy de la generación Baby Boomer (1) , tiempos en que estudiar una carrera era para devolver y servirle al país por lo que nos había entregado. Yo fui a la universidad cuando era gratuita, pagábamos un mínimo y el servicio al país era algo muy importante.
El Coaching llegó a mí cuando yo tenía 35 años y estaba criando a mi tercer retoño, mi hija Pamela que tenía 5 años. Hasta esa fecha ejercía los roles de mamá, esposa y dueña de casa.
Fue un momento en que se estaba perdiendo el sentido, había algo que me faltaba y era importante. Volver a la Geografía era una opción aunque difícil, la Geografía había cambiado mucho, la que yo había estudiado era más humana y no tan matemática como la reencontré. Y en medio de este “buscando mi destino”, aparece una persona que pasó a ser importante en mi existencia, Mario Valdivia , amigo de mi marido quien vivía en USA y trabajaba con Fernando Flores.
Él me llamaba a veces a las 2 o 3 de la mañana. No había Internet y las comunicaciones a distancia (teléfono) eran muy costosos. Me hacía muchas preguntas y yo lloraba y lloraba; después supe que me hacía coaching y por teléfono. Yo estaba viviendo momentos muy duros; no sabía para dónde ir, qué hacer, me sentía buena para nada.

“Necesitaba entrar al mundo y no sabía cómo abrir la puerta”
Esto ocurría el año 85. Por supuesto que esto también incluía una crisis matrimonial.
Mario nos dijo a mi marido y a mi “Va a venir un señor de USA a realizar un Taller y yo creo que ustedes tienen que ir”. Curiosos, le preguntamos de qué se trataba… “No les voy a decir de qué se trata pero creo que les va a hacer bien”
Ese era el primer Taller de “Comunicación para a Acción” que se realizaba en Chile y lo dictaría Julio Olalla, quien en esos años trabajaba con Flores.
... y fuimos a ese Taller.
Fue algo nuevo y poderoso, en realidad para ambos significó un antes y un después, especialmente en nuestro matrimonio.
Durante el Taller yo me daba cuenta que había algo que se estaba develando pero no era capaz de asimilarlo. Esto de que éramos seres lingüísticos para mí fue una revelación y que el lenguaje creara una realidad… ¡una super revelación!
Con ese Taller aprendí a decir que no, a decir que sí, a comprometerme y cumplir y a no comprometerme a las cosas que no podía cumplir. Con Roberto, mi marido, fuimos súper canónicos durante un tiempo; ponte tu que de repente conversando nos decíamos “¿A ver, eso es un juicio o una afirmación?, ¿Me estás haciendo un pedido o una oferta? ¡Yo no te he dicho que sí a ese pedido!”…
Ahora, si bien éramos canónicos-canónicos, eso nos permitió aprender a conversar. Hasta antes de esto yo no tenía la distinción de qué era un pedido y la posibilidad de responder al pedido. Roberto antes me hacía listas de cosas para hacer en la casa y yo las recibía como “gracias Roberto por orientarme en lo que debo hacer en el día”, no lo recibía como un pedido, de hecho no leía las listas y al final hacía lo que yo quería, lo cual siempre generaba confusión.

Entonces se acabaron las listas “pídeme lo que necesites y yo te diré que sí o que no”
Empecé a tomar la vida más en mis manos, más protagonista. Y así fuimos dándonos la posibilidad de elegir, de tomar opciones. A mí me pareció tan poderoso que con un sí o con un no yo me conectaba con mi ser femenino, con mi seguridad y mi responsabilidad.
Eso fue, yo te diría, el primer pasito para entrar a este mundo que también fue devastador y removió mi vida.
Muchos de quienes hicieron el Taller Comunicación para la Acción, recibieron un impacto que lo expresan como “un golpe o puñete en en el estómago”. En lo personal eso fue lo que a mí me pasó y fue sorprendente también porque no tenía idea de qué era ese Taller antes de hacerlo. ¿Qué te paso a tí?
Yo no sabía de qué se trataba, no conocía a Fernando Flores ni lo que era la ontología del lenguaje. Si yo hiciera una metáfora de lo que tú dices, del puñete en el estómago, para mí fue “abrir los ojos”, tuve la sensación de que desperté y vi un mundo distinto, algo muy impactante. Me pregunté entonces ¿qué hago con todo esto?, era demasiado, me sobrepasaba. Sobrepasaba mi ser, sobrepasaba mi relación, era algo tan grande que yo sentí que necesitaba hacer algo con eso.
Bueno, y como a uno nunca le falta Dios (a pesar de no ser creyente), este mismo señor, Mario Valdivia, me invitó a participar de un entrenamiento que haría la empresa Redcom-Chile, que era de Fernando Flores. Necesitaban entrenar a lo que hoy se conoce como mentores para trabajar a distancia, apoyando a los alumnos, de un curso de 3 años que se daba en USA y se llamaba Ontological Design Course, un curso para diseñar la vida.
“Y como tu sabes Inglés y no sabes nada más….” me dijo.
... y fui al entrenamiento.
Para mi todo eso era “chino”, eso de trabajar a distancia se escuchaba como algo asombroso, ni siquiera había fax en esos momentos.
Lo hacía un hombre maravilloso, Renato Orellana. Un maestro en transmitir desde un lugar muy poderoso, profundo y a la vez simple, todas las distinciones de la ontología del lenguaje. El entrenó a muchos otros monitores y lo hacía acá en Chile en las oficinas de Redcom.
Nos entrenamos 9 postulantes, todos profesionales importantes de diferentes áreas, yo era la única dueña de casa y al parecer eso jugaba a favor “Es bueno porque así no tienes tantos mapas en tu cabeza”, me decía Mario.
… y fui seleccionada.
Nuestro apoyo a los alumnos consistía, entre otras cosas, en evaluar las guías de trabajo de los alumnos y enviar nuestros reports a Fernando. Como curiosidad el report debía ser de no más de un párrafo, lo que exigía una gran capacidad de síntesis. Al alumno le enviábamos un report más amplio.
Cuando venían las conferencias Fernando nos pedía síntesis de los avances de los alumnos y que cada report no tuviera más de dos líneas. Con eso él sabía rápidamente en que andaban los alumnos que participaban.
Esto fue una tremenda experiencia que me impulsó de lleno al mundo de la ontología del lenguaje. Eso duro un años; después seguí trabajando en Redcom. Flores como siempre era muy avanzado para la época, él decía que “uno debe aprender a ser multifacético, el que no sabe vender no sabe pararse en la vida”. Entonces además de trabajar en los programas nosotros vendíamos productos de punta en tecnología, que se traían de USA. Así se cumplió mi segundo año en Redcom.
¿Ahí apareció ApareSer?
Así es, conocí a Carmen Pinto y la Paty Bravo en Redcom, ellas tenían esta consultora ApareSer, orientada al mundo de la mujer y me invitaron a asociarme.
Paralelamente Julio Olalla se estaba separando de Logonet, la empresa de Flores en USA, y empezó a diseñar con Rafael Echeverría el primer “Mastering the Art of Professional Coaching” MAPC. Cuando lanzan este programa yo me enteré porque siempre estaba conectada con este mundo y me dije “esto está pensado para mi” y me inscribí. Duraba un año.

Después de certificarte como Coach (pionera en el mundo), estuviste alejada del mundo académico del Coaching ¿porqué?
Estuve siempre cercana pero tenía mi consultora y la verdad es que teníamos mucho trabajo. En ApareSer nos dedicábamos a empoderar a las mujeres haciendo programas de liderazgo.
Paralelamente, más adelante inventé otra consultora que se llamaba ConoSer(también con s) que era para encuentros entre hombres y mujeres que no tuvieran pareja.
… precursora de Tinder?
…exactamete! (se ríe) Eran encuentros con sentido, tenían temáticas y dinámicas muy entretenidas. Sólo duró un años, pues eran muchas horas de trabajo y yo me había separado hacía poco.
ApareSer fue un proyecto muy exitoso, nos compramos una casa, crecimos. En esa época también yo escribía mucho y lo hacía para diarios, para la revista de Mujer a Mujer y el diario MTG, que se distribuía en el metro.
¿Qué años eran esos?
Eran los principios de los años 90, volviendo a la democracia. Eran períodos en que se abrían todos los mundos políticos, sociales, femeninos, después de tanto tiempo. Eran años muy importantes en término de lo que estaba pasando en el mundo.
¿Cómo surge la motivación de trabajar en el mundo de las mujeres?
Yo no venía trabajando mucho lo femenino, pero el último año en Redcom hicimos unos encuentros de mujeres para reflexionar sobre lo femenino, porque Fernando Flores además siempre nos desafiaba “Mujeres, hagan algo por su género”, nos desafiaba en su estilo y agregaba “o sino váyanse a cocinar a la casa y a cuidar al marido que las está manteniendo”, el era así muy … rudo (se ríe). En los talleres cuando se hablaba del poder el decía “aquí no tienen nada que hablar las mujeres, este es tema de hombres”, eso lo decía para generar movimiento. En los descansos nos reuníamos las mujeres, salíamos furiosas. El nos provocaba y nos obligaba a actuar.
No era mucho lo que podíamos hacer como mujeres en Redcom. era una organización muy masculina y habían muy pocas mujeres.

Ustedes como ApareSer organizaron encuentros femeninos que causaron gran impacto en esos años ¿cómo sucedió eso?
Nosotras hacíamos escuelas de liderazgo para mujeres en todo el país, nos asociamos con organizaciones del estado. Era como volver a retomar el ser ciudadano, el ser democrático, el tener que decidir. Trabajamos con Mónica Jimenez que tenía una ONG, ella se ocupaba de la civilidad y la ciudadanía y nosotros la entrenábamos en liderazgo femenino. Con toda esta experiencia que íbamos teniendo, un día se nos ocurrió invitar a Julio Olalla para que viniera a Chile a realizar un Taller de liderazgo femenino.
Me contacté con Julio, como su ex alumna, y le plantee la idea de hacer este encuentro femenino. Le enviamos antecedentes e información de lo que queríamos. Se entusiasmo y vino. Ese Taller fue un éxito, asistieron más de 200 mujeres y todas quedaron “marcando ocupado”. Tuvo una gran repercusión en los medios (año 1990).
Tengo entendido que en esa época, Julio y Rafael les ofrecieron ser socias de The Newfield Group…
Sí, eso fue muy simpático porque con Julio y Rafael tuvimos unos “pololeos” para hacer sociedad. Rafael era el negociador, se ocupaba de lo más administrativo pero como negociador Rafael… era pasado para la punta (se ríe). Él quería hacer sociedad, pero era una sociedad en condiciones económicas tan ventajosas para ellos que la verdad es que no pasamos de la primera conversación. El petitorio no era negociable, no había por dónde agarrarlo. Entonces les dijimos que no y que siguiéramos como estábamos. Nos dimos cuenta que con Rafael era muy difícil llegara un acuerdo. Después aparecieron Cristina Zamora y Sally Bendersky quienes llegaron a un acuerdo con Newfield Group.
¿Cómo llegaste al primer curso de certificación (Mastering The Art of the Professional Coach) que se dio en USA el año 1991?
Yo tenía un entrenamiento en la ontología del lenguaje pero no tenía un título que formalizara lo que había aprendido.
Me inscribí, el programa era caro y me puse de acuerdo con mi marido quien me ayudó con los pasajes. Fue un gran logro en términos de independencia.
El curso fue tremendamente revelador para mi. Eramos un grupo bien interesante de chilenos, Sally Bendersky, Raúl Herrera, Cristina Zamora, Cristina Gonzalez, Mónica Herrera (que no lo terminó ya que tenía problemas con el inglés).
Ese programa fue un hito en mi vida profesional. A partir de eso pude decir “yo soy coach”, aunque a decir verdad eso no significaba nada en Chile ¿coach?… y decir “coach ontológico” peor.
¿Qué recuerdo de ese programa nos puedes compartir?
Me pareció que Julio y Rafael eran el match perfecto, había entre ellos un ensamblaje perfecto. Rafael traía su lado más serio, más formal, el además es muy bueno en sus conferencias sobre las bases de la ontología del lenguaje y Julio desplegando su maestría en la sala. Ese mix fue una danza bien lograda, era una danza armónica. Creo que fuimos muy afortunados de haberlos tenido a los dos como nuestros maestros. No lo fuimos tanto en el seguimiento individual porque ellos hacían todo, no habían más coaches, no existía el concepto de supervisión y tampoco nadie nos leía las guías ni tampoco nos daban feedback. Mi coach era Rafael y bueno, tuve dos coaching en todo el año, pero como no había una promesa de tantos coaching en el año… yo super agradecida de tener los coaching que tuve.
En ese programa tuvimos a Maturana, quien estuvo presente a través de videos en inglés, algo muy divertido. La parte corporal la hacía un señor Steward, me parece, quien tenía una formación en artes marciales, algo muy novedoso para la época. El era increíble y nos hacía algunas experiencias tocando alguna parte del cuerpo que nos asombraba, por ser las partes vulnerables y detectaba lo que teníamos que trabajar. El tema del cuerpo era bien mágico y misterioso ¡muy entretenido!
También había una mujer que nos ayudaba a sacar la voz. Yo tenía un casete para hacer los ejercicios de voz que iban acompañados con movimientos corporales, algo muy interesante.
Fue una lástima que ellos no siguieran juntos, eran muy poderosos.
Siendo protagonista de los inicios del Coaching Ontológico, de la primera generación de coches certificados en el mundo ¿qué ha cambiado en el Coaching Ontológico en todos estos años, se ha desarrollado?
(Reflexiona un momento)… Buena pregunta…
Yo diría que no ha cambiado mucho. Han habido cambio de nombres, se ha pulido. Ha evolucionado lo emocional la parte emocional se le ha dado más relevancia y profundidad, como también la mirada corporal. Al principio el Coaching era muy lingüístico, a pesar de la coherencia expresada entre el lenguaje, emociones y cuerpo, la prioridad la tenía lejos el lenguaje, era lo que resaltaba.
Cuando tu tienes un quiebre, el hecho de que lo declares como un quiebre hace que se transforme en un quiebre. Eso tiene mucho poder; no por que ocurra algo eso va a ser un quiebre, solo se constituye cuando tú lo declaras. Ese rol del lenguaje es muy poderoso y por eso se comía al resto de los dominios que aparecían muy disminuidos.
El Coaching definitivamente no es meramente lingüístico, sino experiencial. Hay una parte que es indagatoria, reflexiva y hay otra que es la experiencia. Aprender de la experiencia en el Coaching es algo esencial. En aquella época eso lo hacía Julio en la sala pero nosotros no lo hacíamos en el Coaching y yo creo que eso ha ido tomando más fuerza y la coherencia aparece más equilibrada. Siempre he creído que el Coaching lo que hace es tomar la cotidianidad y hacerla visible, sacarle el velo, ponerle nombre, distinguir. Nunca había habido un cambio tan radical en la manera de cómo nos comunicamos o nos entendemos los seres humanos y eso era apasionante.
“La esencia del Coaching Ontológico sigue siendo la misma. Los conceptos básicos esenciales se mantienen, son los mismos de los papers de Fernando Flores que después son los del libro de Rafael Echeverría, quien los pule y desarrolla”

Los inicios del Coaching Ontológico que tú viviste, estaban llenos de sueños, idealismo y pasión; el mundo parecía nuestro y lo íbamos a cambiar ¿crees que aun se mantiene ese espíritu en esta disciplina?
Yo creo que sí. Por ejemplo, los alumnos del curso ACP (El Arte del Coaching Profesional) cuando se abren a este mundo y descubren cosas que no habían descubierto antes y sanan heridas que no habían sanado por muchos años; cuando descubren el sentido del servicio, el servir a otros; cuando descubren el sentido de la vida y que esto es mucho más que el Coaching y que es una forma de estar en el mundo… entonces desde ahí nace una gran pasión, una fuerza, unas ganas… Julio en ese sentido ha hecho algo que es muy bello, porque después de tantos años haciendo el ACP, él logra prender la chispa de lo que es relevante y cómo podemos cambiar el mundo. Esto tú lo percibes en lo que los alumnos conversan, en lo que les pasa, en la pasión y ganas que tienen de ir a servir, de participar y aportar. Eso ha ido creciendo y ha sido un gran aporte.
¿Cuál es el papel que debería tener el Coaching Ontológico en esta época que vivimos como país, en que nadie se escucha y las conversaciones se traducen en agresiones, descalificaciones y violencia?
Tenemos una responsabilidad muy grande en términos de acompañar, de ir promoviendo diálogos y acercando mundos que hoy no conversan.
Como toda crisis, ésta tiene sus lados oscuros y sus lados luminoso. Cuando fue el estallido social nos reunimos unos 300 coaches en una plataforma llamada Ando por Chile y la idea justamente fue empezar a hacer estas conversaciones, nos entrenamos en un cierto tipo de diálogo para acompañar a otros. Nos ayudamos con una metodología conversaciones y fuimos a varias organizaciones a promover conversaciones improbables.. Esta experiencia duró hasta que llego el Covirus.
Nos volvimos a juntar pero no ha pasado mucho, al parecer la prioridad ahora es otra.

Y ahora ¿Cuáles son tus sueños?
Tengo 70 años y estoy en una etapa en la vida en que me gustaría aportar a otras personas que también están en esta etapa, de poder vivir la vejez desde un lugar de abundancia. De traer y mantener a esta generación de Baby boomer que nos tocó la suerte de vivir ilusiones y decepciones, destapes y restricciones, esa fuerza y la capacidad de pensar en grande. Somos una generación que tiene sabiduría y necesitamos darle salida. Este es mi sueño a futuro: Cómo aprender a vivir en la abundancia y sacarle el jugo a la vida.
¿Qué estás escribiendo?
Estoy escribiendo mi segundo libro. El primero abortó… (risas)
En este libro toco 3 temas: Género, Generaciones y Ciclos de Vida, temas que están muy unidos. El foco está en el género que ha sido un tema transversal en mi vida.
Está dirigido a los coaches, siento que ese es mi público y me resulta más fácil orientarlo a ellos.
Todavía no está definido el nombre pero en el fondo es ampliar la mirada en esos tres dominios. En este libro incluyo experiencias de Coaching y me doy cuenta que esas experiencias están orientadas a la sanación.
Yo siento que los coches somos sanadores. Cada experiencia de Coaching tiene un momento de experiencia donde sanamos algo, sanamos una historia, o un discurso o un juicio maestro… somos como enfermeros que sanamos heridas, las limpiamos y sacamos lo que está infectado y duele. Es un ejercicio necesario para la sanción. Luego le ponemos un parche y cada cierto tiempo revisamos si avanza o cicatriza, pero siempre queda una marquita.
¡Gracias Anita!