¿Quién le puso el cascabel al gato?

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Este es un cuento para niños… de todas las edades.

Autor: Jorge Olalla Mayor

 

En realidad es una historia de ratones ¡como tantas otras historias de ratones¡
Por alguna razón estos roedores que en la vida real nos provocan tanto temor, en los cuentos resultan  insuperables para interpretar historias y enseñanzas de los seres humanos.

Es un cuento inspirado en una experiencia personal:

El dueño de la empresa donde yo trabajaba, siempre respondía a mis reclamos diciéndome:

“Son puros cuentos”

Entonces, de ahí nació la idea de escribir esta historia como un cuento.

¿Alguna vez  escuchaste esta frase:
Quién le pone el cascabel al gato?

imageEsta frase proverbial es el nombre de una famosa fábula escrita por Jean de La Fontaine (1621 – 1695)

La fábula es una composición literaria breve en la que los personajes son animales o cosas inanimadas que presentan características humanas. Esencialmente ofrecen un contenido moralizante o didáctico y siempre contienen una moraleja.

 

La primera parte del cuento, que a continuación vas a leer, está inspirada en esta fábula.

La segunda parte ofrece la continuación y desenlace de la historia, que jamás antes había sido contada.

Jean dela Fontaine escribe la moraleja de esta fábula:

Así he visto suceder más de una vez
-y no hablo ya de ratas, sino de humanos-:
¿a quién no lo han golpeado los desengaños?
Tras deliberaciones, bellas palabras,
grandes ideas… y, en limpio, nada

Jean de La Fontaine (1621 – 1695)

 

 

 

¿Quién le puso el cascabel al gato?

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 I Parte

 

Érase una vez, hace poco tiempo atrás, en un pequeño Reinado llamado  Bosque-ratón .

Había llegado la Primavera y sus habitantes, todos ratones, estaban en plena cosecha… ¡por fin disfrutando de una renovadora paz y mucho trabajo!

Los años anteriores habían sido horribles ya que un par de ratas, que habían sido contratadas para cuidar el tesoro del Reinado, se ocuparon de robar moneda tras moneda hasta dejar las arcas casi vacías.

Esto afectó la autoestima de todos los ratones de aquel esforzado pueblo y también el humor del Rey, quien no cesaba de culpar a cada uno de los ratones por no haberse dado cuenta de lo que estaba sucediendo.

Felizmente la cosecha fue un éxito y la confianza comenzó a recuperarse en los pequeños habitantes del pueblo, amén del humor del gran Rey de  Bosque-ratón.

Al poco tiempo y mientras estaban preparando la siembra, el Rey decidió llamar a su fiel Ratón Delegado del pueblo de Bosque-ratón.

Como siempre, los ratones del pueblo de inmediato intuyeron que el Rey les enviaría instrucciones o les comunicaría alguna noticia. El Ratón Delegado partió raudamente al Castillo, donde el Rey con cierta impaciencia lo esperaba.

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Grande fue la sorpresa del Ratón Delegado del pueblo de Bosque-ratón, cuando al pasar al gran salón del Castillo, ve sentado al lado del Rey, a un gato grandote con una barriga enorme. El Delegado ratón no podía entender que hacia un gato ¡y como ése! junto a Su Majestad.

El Rey de inmediato se puso a hablar:

«Señor Delegado de Bosqueratón, le presento a nuestro  consejero, recién contratado. Él, continuó el Rey, nos asesorará en la mejor forma de vender nuestra cosecha para que así nuestro negocio crezca».

 Mientras el Rey hablaba, el delegado estupefacto observaba al gato que lo miraba con una sonrisa. Por un momento pensó que ese gato barrigón se estaba saboreando.

Finalmente el Rey, le comunicó al delegado ratón que el gato consejero iría una vez por semana a visitar el pueblo, para reunirse con ellos e iniciar los cambios necesarios para llevar adelante el ambicioso proyecto que el gato consejero le había presentado.

En la primera reunión con los ratones del pueblo, el gato barrigón decidió bajarles los salarios a todos los ratones y subirle el tributo al Rey. No acepto opiniones y menos quejas.

Ese día los ratones del pueblo sintieron un escalofrío en sus espaldas. El temor los sacudió a todos.

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En la reunión siguiente el gato barrigón se comió a tres ratones que no le agradaban y dejó a una rata de su confianza en el pueblo, para que los vigilara y le informara de lo que allí sucedía.

El gato barrigón comenzó a aparecer hasta tres y cuatro veces a la semana sin previo aviso, amenazando a todo el pueblo, cobrándoles impuestos y comiéndose uno o dos ratones en cada visita.

Para peor el gato barrigón se reunía a diario con el Rey y le “informaba” de los graves problemas que encontraba cada vez que visitaba el pueblo y cómo él los estaba «solucionando» uno por uno, para así crecer más a la brevedad.

En su desesperación, el ratón delegado decidió ir al Castillo y pedir una audiencia urgente al Rey.

Una vez con el Rey, le relato los horrores que estaban sucediendo en el pueblo y le suplicó para que despidiera al consejero.

El Rey no le creyó y airado le dijo:

¡Pamplinas,  para su información, este apreciado gato consejero me ha ayudado en poco tiempo mucho más de lo que ustedes en todos estos años!
Gracias a él ahora recibo ¡el doble de tributos! Sois unos envidiosos y no sabéis reconocer a quien solo os ayuda!

¡Necesitamos escuchar otras voces que nos aconsejen en cómo ser mejores!

… sentenció el gran Rey.

Antes de retirarse, el ratón  delegado de Bosque-ratón recibió además, la orden expresa del Rey de disculparse con el gato barrigón y que en vez de quejarse con mentiras y exageraciones, se pusiera con humildad a su servicio.

Cuando el delegado ratón volvió, todos los ratones del pueblo lo esperaban en el granero, ansiosos y esperanzados de que traería buenas noticias e instrucciones para terminar con esa pesadilla.

El ratón delegado entro pálido y jadeante al granero.

Un nuevo gran escalofrío invadió el lugar y los ratones presintieron que nada bueno venía.

Y así fue.

La desesperación llego a su límite.

De repente uno de los ratones del pueblo pidió tímidamente  la palabra.

«Querido pueblo de Bosque-ratón, si el Rey no nos escucha entonces pensemos nosotros en como detener esta horrible pesadilla»

«Siiiiii» gritaron todos y un gran murmullo de conversaciones comenzó a invadir el Granero.

Luego de unos minutos, una débil voz se alzó entre los murmullos: «yo tengo una idea» dijo un anciano ratón.

Se produjo un silencio y todas las miradas se dirigieron al anciano ratón quien con mucha humildad dijo:

«Pongámosle un cascabel al gato y así sabremos cuando se acerca para escondernos»

«¡Eso! ¡Qué buena idea! ¡Hurra!» gritaron todos.

En medio de tanto entusiasmo el ratón delegado llamó al orden y cuando todos se callaron preguntó algo muy importante:

Muy bien ¿Y quién le va poner el cascabel al gato?

Entonces… un silencio total se apoderó del granero.

Nadie respondió.

 

 

II Parte

 

Pasaron algunos días y ningún ratón se presentó de voluntario. Todos tenían alguna excusa; el miedo los tenía paralizados.

Algunos dijeron que en realidad el gato barrigón no era tan malo, otros comentaron que a lo mejor el gato iba a cambiar.

Otros decían, que tal vez el pueblo necesitaba una mano dura para imponer el orden y el progreso, o que sería bueno esperar un tiempo para ver si el gato barrigón era tan malvado como parecía.

Incluso la laucha ayudante del delegado ratón, muy nerviosa, dijo que no había visto ni escuchado nada y que no entendía muy bien de que se trataba todo eso. La pobre no paraba de tiritar.

 

Curiosamente, el miedo siempre nos ofrece
alguna excusa para no actuar.

 

Mientras tanto, el gato barrigón seguía arrasando en el pueblo. El Rey sólo a él escuchaba y no se cansaba de adularlo por los servicios que el gato prestaba a su reino.

Los ratones decidieron reunirse nuevamente (una vez que la temible rata vigilante se había retirado) y todos se juntaron en el granero.

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El ratón delegado les informó muy preocupado, de  que nadie se había presentado de voluntario para ponerle el cascabel al gato y sugirió que entre todos eligieran al ratón que lo haría.

Comenzaron los murmullos y de repente las miradas de todos los ratones se dirigieron al ratón delegado quien, muy nervioso, se dio cuenta de que en realidad lo estaban eligiendo a él.

¡No por favor, no me miréis así, yo sólo soy un simple ratón delegado, tenéis piedad!

El anciano ratón se levantó y con su apacible y firme voz dijo:

¡Nadie mejor que usted, querido ratón delegado, tiene las agallas para defender a su pueblo. Usted es nuestro líder y le rogamos, le imploramos que acepte el desafío!

Luego vino un aplauso atronador y todos comenzaron a abrazarlo y agradecerle.

El delegado no tuvo más opción que aceptar, a pesar de estar aterrado con la sola idea de pensar en lo que debía realizar.

Las ratonas del pueblo trabajaron durante 3 días y sus noches confeccionando el cascabel. Era de color azul y estaba lleno de campanillas que al menor movimiento se escuchaban tintinear.

Por su parte los ratones se las ingeniaron para conseguir un pequeño y poderoso candado que haría de broche al cascabel.

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El ratón delegado en su desesperación, intentó una vez más hablar con el Rey para rogarle que los escuchara… pero todo fue inútil. Inclusive peor.

¡Basta de inventar mentiras, si no estáis de acuerdo con mis órdenes, entonces os podéis marcharos de mi reino!;  le gritó esta vez el Rey.

A su regreso al pueblo, el delegado no tuvo corazón para contar lo sucedido y les dijo a los ratones que el Rey estaba muy ocupado y no lo había podido recibir.

Sin más alternativas, al día siguiente el delegado ratón tomo la decisión de cumplir su compromiso y le pidió a la rata vigilante que le entregara una carta al gato barrigón.

En ella le decía:

Estimado señor gato consejero:

Por instrucciones de mi Rey, lo invito a nuestro pueblo mañana al mediodía para pedirle disculpas públicamente y entregarle un regalo, que espero usted me honre en aceptarlo.

Se despide atentamente

El Ratón Delegado

 

 

El gato barrigón recibió la carta y de inmediato fue a ver al Rey para informarle de esta invitación.

¡Vaya, veo que por fin este delegado está demostrando algo de cordura! Me alegra esta invitación y le pido a usted mí querido gato consejero, que mañana concurra a la cita y no deje de informarme, le dijo el Rey.

En realidad el gato barrigón algo raro intuyó, pero finalmente pensó «No me vendrá mal darme una vuelta por allá y degustar un par de sabrosos ratones»

 

 

A la hora señalada llegó el gato barrigón.

El pueblo estaba vacío, sólo se encontraba el ratón delegado que lo esperaba en la entrada. A su lado había un precioso paquete de regalo envuelto en un fino papel y con una bella rosa en su cubierta.

«Bienvenido ilustre gato asesor» le dijo el ratón delegado sonriente.

«Mmmmmmm…..de qué se trata todo esto? preguntó con cierta desconfianza el gato barrigón, mientras miraba para todos lados.

«Le ofrezco mis disculpas señor gato consejero, por no apreciar como se merece todo lo que usted ha hecho por nuestro Rey y le ruego que acepte este presente, que con mucho cariño el pueblo de Bosque-ratón ha preparado para usted»

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Desde lejos los ratones del pueblo de Bosque-ratón oraban juntos, escondidos y muy nerviosos sin poder saber lo que estaba pasando.

El gato barrigón se acercó al paquete de regalo y comenzó lentamente a abrirlo.

Una vez abierto, el gato observó el cascabel enrollado en su interior y por instinto, se acercó para olerlo.

Fue en ese instante que el ratón delegado rápidamente tomó uno de los extremos del cascabel y lo desplazó sobre el cuello del gato barrigón, hasta unirlo con el otro extremo donde colocó el candado.

Fue tan sorprendente el movimiento que hizo el ratón delegado, que el gato barrigón no tuvo ninguna opción de reaccionar.

El ratón delegado salió corriendo y el gato barrigón sorprendido, sin saber qué estaba ocurriendo, intentaba sacarse desesperadamente el cascabel.

El sonido de las campanitas era infernal y fue así como todo el pueblo se dio cuenta, con inmensa alegría, que la misión estaba cumplida.

Con el pasar de los días el gato intentó muchas veces acercarse al pueblo, pero al llegar lo encontraba siempre vacío. El sonido del cascabel se escuchaba desde lejos y los ratones tenían tiempo suficiente para arrancar a esconderse.

Furioso, el gato barrigón decidió entonces, instalarse definitivamente en el pueblo.

Los ratones nunca más volvieron

Con el pasar de los días, el  Rey se puso muy inquieto ya que el gato no lo había ido a visitar y los tributos no llegaban.

Decidió entonces ir personalmente al pueblo para ver qué estaba sucediendo.

Hacía mucho tiempo que el Rey no visitaba el pueblo.

Cuando llegó, encontró al gato barrigón descansando y comiendo las últimas frutas que sobraron de la cosecha.

El Rey no podía creer lo que estaba viendo. ¡Qué está pasando aquí!  ¿Dónde está mi fiel delegado? ¿Dónde está todo el mundo? ¡Y deje de hacer sonar ese cascabel! gritaba desesperado.

«No hay nadie más que yo su Majestad», le respondió el gato barrigón.

«Los ratones lo han abandonado y yo soy el único que está para servirlo» Le dijo esto en un tono malicioso, mientras estiraba una de sus manotas.

El Rey trató de escapar y fue inútil. El gato barrigón lo apretó entre sus garras y mientras lo atraía a su enorme bocona abierta… el Rey se dio cuenta finalmente de lo que realmente estaba pasando.

Tal vez fue su último pensamiento, antes de que el gato barrigón lo engullera.

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FIN

 

“La ambición de tener lo mejor para uno,
estropea lo que es bueno para todos”

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Jorge Olalla Mayor

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¿Qué te ha enseñado esta historia?

 

Si nos pusiéramos a reflexionar en esta historia, probablemente se abrirían grandes conversaciones con quien o quienes la has compartido.

En la vida real o tal vez en tu propia vida, más de alguna experiencia tendrá similitudes con lo relatado en este cuento, especialmente en lo que dice de los valores humanos.

 

La Codicia

 

Mientras la ambición te impulsa a crecer, la codicia te hace caer en la tentación de desear tener más y más de lo que es suficiente. Es la ambición sin medida, la que nunca deja satisfecho, la que siempre nos lleva a la desgracia. A menudo nos lamentamos por lo que no falta y olvidamos agradecer por lo que tenemos.

La puerta de la codicia debe estar siempre cerrada, basta abrirla un poquito, sólo para dar una ojeada de curiosidad, para que ella coloque sorpresivamente un zapato en la abertura y luego entre sin piedad.

 

La codicia es tan astuta como seductora, una vez que entra se encarga de manipular con su poder y aniquilar los valores. No tiene compasión y su poder se sustenta en el miedo que provoca. La codicia es capaz de todo para saciar sus deseos incontrolables y estos deseos siempre son: poder o dinero.

Quien tiene poder, desea más dinero. Quien tiene dinero, desea más poder.

 

El miedo y el coraje

Es tal el miedo que provoca la codicia, que pocos se atreven a enfrentarla. Y es ése justamente su punto débil, su talón de Aquiles.

El coraje es el único que puede vencerla porque  en el fondo de su ser, la codicia es cobarde y por eso abusa y provoca temor, para que nadie se atreva a encararla. La codicia se nutre de la adulación y no soporta a quien la contradiga; quien no entienda eso recibirá toda su ira y no cesará hasta someterlo.

Ese es el momento y la oportunidad para el coraje.

Muchos sucumben en ese intento y al final el miedo los coloca de rodillas o los aniquila para siempre; sólo algunos, muy pocos, son impulsados por el coraje y la audacia para enfrentarla de igual a igual, sin miedo.

 

Así como la codicia transforma a los seres humanos en malvados, el coraje los hace héroes.

 

La comunidad

Nadie gana las batallas solo, si la comunidad no se atreve a compartir sus sufrimientos y de buscar una solución, el coraje carecerá de motivación y de propósito. Basta admitir que todos o casi todos están sufriendo para unirse en una causa común y llevar adelante un reclamo; la unión hace la fuerza. Ese es el principio de toda hazaña.

 

La dignidad

La dignidad humana es un valor, un derecho inviolable e intangible de la persona, es un derecho fundamental y es el valor inherente al ser humano porque es un ser racional que posee libertad y es capaz de crear cosas.

Todos los seres humanos pueden modelar, cambiar y mejorar sus vidas ejerciendo su libertad  por medio de la toma de decisiones.

La dignidad se basa en el respeto y la estima que una persona tiene de sí misma y es merecedora de ese respeto sin importar cómo somos.

 

Nunca olvides:

“Nadie podrá hacerte sentir inferior,
sin tu consentimiento”

(Eleonor Roosevelt)