En medio del caos y la total incertidumbre, lo único que está quedando claro es, que de seguir enfrentando así la pandemia, ésta nos va a matar a todos, sin excepción.
Primero caerán (caeremos) los más viejos, luego irá dando cuenta de los más jóvenes y no habrá que esperar necesariamente a que estos se pongan viejos. Es probable que en uno o dos años podría haber una vacuna que finalmente detenga a este monstruo que nos está gobernando y ahí se acabaría su reinado.
El problema, al menos en nuestro país, es que el fin de la pandemia seguramente activará más odio, ese odio acumulado durante todo este tiempo que nos puso en pausa, justo cuando estábamos en medio de una batalla campal en todo el país. Ese odio siguió reinando en nuestras conversaciones de cuarentena expuestas en todos los medios de comunicación y redes sociales. Ese odio, que es la herencia de quienes nos estamos yendo, seguirá gobernando nuestra vida, continuando la tarea del virus y seguir matándonos.
No sería la primera vez, pero sí podría ser la última.
Sin valores ni sentido común no hay ni habrá una manera de vencer
Son tiempos Estoicos en que debemos escuchar a la razón, esa poderosa mirada que de vez en cuando aparece en medio de las turbulencias emocionales, para lanzarnos un salvavidas que debemos abordar con disciplina, esa práctica vital y estratégica que nos ayuda a defendernos.
La razón es lo único que podrá remecernos frente al peligro y empezar a escucharnos unos a otros directamente, sin la mediación ni la interferencia de las ideologías, dictadores del pensamiento.
Para expresar esto que digo con un ejemplo, sólo se me ocurre uno: Los Castellers, esos héroes de pueblos catalanes, que juntos y colaborando hacían el milagro de tocar las estrellas.
Los Castellers representan los Valores Humanos en una disciplina que es un ejemplo poderoso e impresionante que nace en Tarragona, Cataluña, el año 1801.
Esta simple y noble idea de hacer torres humanas adquiere en los Catellers un nivel supremo de cuidado e impecabilidad, y lo muestran en un desafío de la comunidad para expresar valores como:
La confianza
El cuidado
La autoestima
La colaboración
La perseverancia
El respeto
La tolerancia
El trabajo en equipo
La lealtad
La humildad
En Chile los Castellers se practican con pasión en un lugar llamado Lo Prado. Un visionario chileno, Luis Carrasco, a quien tuve el privilegio de ser amigo, los trajo a Chile luego de presenciar una de sus presentaciones en Barcelona, donde Luis estaba por motivos de trabajo.
Fue tal el impacto que esto causó en él, que se prometió instalar esta motivación en Chile.
Luis Carrasco instuyó que los Castellers eran un símbolo de unidad y de cooperación tan atractivo y emocionante, que su desarrollo en Chile ayudaría a mejorar nuestra convivencia, nuestras relaciones, nuestros desafíos y acuerdos.
Para tristeza de quienes tanto lo apreciamos, Luis falleció de cáncer el 2013 y el mensaje que el dejó es el que hoy necesitamos.
MI amigo soñador tenia toda la razón.