¿Conoces al Perverso Narcisista?

Definición

El perverso narcisista es una persona sin capacidad de empatía real. Su empatía es más bien utilitaria, pues sólo reconoce las necesidades del otro en la medida que sirvan a su propio beneficio. Cabe destacar que tiene algo de morbosidad.

Es difícil establecer una definición del perverso narcisista; ello sólo es factible mediante el análisis de casos concretos. Este recurso terminológico se utiliza a veces en psicopatología para designar a individuos que presentan una personalidad marcada por rasgos exacerbados de Narcisismo y de perversión, consistente en la satisfacción de deseos y necesidades a expensas de los otros.

Para Marie-France Hirigoyen, la perversidad no proviene de un trastorno psiquiátrico sino de una fría racionalidad que se combina con la incapacidad de considerar a los demás como seres humanos. El perverso sabe cómo seducir al grupo y conseguir que funcione de manera inhabitual; conoce sus límites y frena su acción cuando percibe que puede ser descubierto.

Los individuos perversos narcisistas, según Alberto Eiguer, son aquellos que bajo la influencia de su «grandioso yo», intentan crear un vínculo con un segundo individuo, atacando muy especialmente su propia imagen de integridad con el fin de desarmarlo. Para Eiguer, estos individuos atacan el amor propio de los otros, su confianza y la autoestima para hacerles creer que el vínculo con el perverso es irremplazable y que es el otro quien lo solicita.

El actuar perverso

El perverso narcisista adolece de incapacidad patológica para sentir culpa y sólo le preocupa la imagen que proyecta al resto, sin llegar a considerar a los otros como personas, es decir para él sólo son objetos que puede utilizar.

El actuar perverso, según Marie-France Hirigoyen, se caracteriza por la falta de comunicación, ya que este sujeto elude las preguntas directas y como no habla proyecta una imagen de grandeza o de sabiduría.

El agresor perverso siempre niega la existencia del reproche y del conflicto; neutraliza, pues, a la víctima al hacerle creer que el problema es inexistente.

El mecanismo de este tipo de personalidades se articula negando a sus víctimas la oportunidad de ser oídas, pues no le interesan otras versiones de los hechos. Con esta supresión del diálogo, el perverso viene a decir que el otro no le importa.

Hirigoyen también describe que la voz del perverso al dirigirse a su víctima suele ser fría, insulsa y monocorde, sin una tonalidad afectiva, lo que causa inquietud.

El mensaje del perverso suele ser voluntariamente vago; con ello genera confusión y aún recurre a negar lo dicho para eludir los reproches. Al tiempo que se abstiene de terminar sus frases, utiliza alusiones y envía mensajes sin comprometerse.

El perverso utiliza la mentira, pero no de una forma directa; más bien prefiere usar un conjunto de insinuaciones y silencios que generen un malentendido en su propio beneficio.

La agresión perversa se caracteriza por llevarse a cabo en silencio, mediante alusiones e insinuaciones. Con ello, el perverso evita que se pueda determinar cuándo haya podido comenzar, o bien que se pueda catalogar su naturaleza, ya que infunde confusión en la víctima; ésta, si llega a señalar el hecho pernicioso, será refutada por el sujeto perverso y, más aún, la querrá convencer de que es ella la agresora.

La seducción perversa

Las relaciones de acoso que establecen los perversos narcisistas se desarrollan en dos fases, primero la seducción y luego la violencia. El periodo de seducción puede durar años; Racamier lo llama «privación del seso» cuando explica el proceso de preparación y desestabilización que sufre la víctima, hasta acabar ésta perdiendo la confianza en sí misma.

La seducción se produce a través de un proceso de influencia y dominación. En este proceso de seducción en una sola dirección el perverso procura fascinar sin ser descubierto, a través de una conjura de la realidad y una manipulación de las apariencias.

El dominio se produce a través de tres ejes de control, que tienen un componente destructor, que anula el deseo y la especificidad de la víctima:

– Una acción de apropiación mediante el desposeimiento del otro;

– Una acción de dominación que mantiene al otro en un estado de sumisión y dependencia;

– Una acción de discriminación que pretende marcar al otro.

La violencia perversa

Para Hirigoyen, la violencia perversa es difícil de detectar por los testimonios externos y es negada por el agresor, que se niega a asumir su responsabilidad en el problema y culpa a la víctima.

Para la psiquiatra esto constituye una violencia adicional, que recae sobre la víctima cuyo testimonio es despojado de credibilidad, lo que genera una violencia reactiva en ésta.

La violencia del perverso es indirecta, no deja marcas físicas ni heridas pero si daños psicológicos que pueden ser de por vida. Esto constituye un tipo de acoso moral, es decir una repetición frecuente, intencionada, indirecta e invisible.

Más definiciones:

El perverso narcisista (término del psicoanalista Paul- Claude Racamier) es la personalidad quien Otto Kernberg describe bajo el término de narcisismo patológico. Los perversos narcisistas se consideran como psicoticos sin síntomas, que encuentran su equilibrio descargando sobre otro el dolor que no experimentan y las contradicciones internas que se niegan a percibir. Para Hirigoyen ellos «no hacen mal adrede», sino que hacen mal porque no saben hacer otra cosa para existir. Ellos mismos fueron heridos en su infancia e intentan mantenerse así en vida. Esta transferencia de dolor les permite valorizarse a costa de otros. («el Acoso Moral», página 126). La perversión narcisista consiste en la instauración sobre una personalidad narcisista de un funcionamiento perverso. («el Acoso Moral», página 127).

El perverso narcisista practica la confusión de los límites entre sí y otro. Incorpora las cualidades del otro, se las asigna grandiosamente, para atenuar su debilidad. Estas cualidades convenientes, son las que niega a su verdadero dueño. La seducción es un aspecto crucial de esta estrategia. La seducción perversa se hace utilizando los instintos protectores del otro. Esta seducción es narcisista: se trata de buscar en el otro el único objeto de su fascinación, es decir la imagen amable de uno mismo. A través de una seducción de dirección única, el perverso narcisista pretende fascinar sin dejarse tomar.

Para J. Baudrillard, la seducción conjura la realidad y manipula las apariencias. No es energía, está en el orden de las señales y de los rituales y de su uso maléfico. La seducción narcisista hace que la realidad se vuelva confusa, borra los límites de lo que es uno mismo de lo que es el “otro”. No se trata de una seducción amorosa, ya que ésta se instaura en el registro de la enajenación – en donde la idealización enamorada, para mantener la pasión, se niega a ver los defectos o los fallos del otro -, en cambio la seducción perversa está en el registro de la incorporación con el fin de destruir. La presencia de otro se vive como una amenaza, no como una complementariedad. (Marie-France Hirogoyen, el Acoso Moral, página 94).

La comunicación perversa está al servicio de esta estrategia. En primer lugar se hace de falsas verdades. En consecuencia, en el conflicto abierto, el perverso recurre de forma manifiesta y sin vergüenza, a la mentira más gruesa. Sea lo que sea lo que se diga, los perversos encuentran siempre un medio de tener razón. Mientras que la víctima, ya desestabilizada no encuentra, al contrario de su agresor, ningún placer en la polémica.

El desorden inducido en la víctima tiene como consecuencia la confusión permanente entre la verdad y la mentira. La mentira en los perversos narcisistas sólo se vuelve directa en la fase de destrucción, como podremos verlo en el capítulo siguiente. Es entonces una mentira menospreciando toda evidencia. Es ante todo y sobre todo una mentira convencida que convence otro. Sea cual sea la enormidad de la mentira, el perverso se cuelga y termina por convencer al otro. Verdad o mentira, eso importa poco para los perversos: lo que es verdadero es lo que dicen en el momento.

Estas falsificaciones de la verdad son a veces muy próximas a una construcción delirante. Todo mensaje que no se formula explícitamente, incluso si es transparente, no debe ser tenido en cuenta por el interlocutor. Puesto que no hay rastro objetivo, eso no existe. La mentira corresponde simplemente a una necesidad de ignorar lo que va contra su interés narcisista. Es por ello se ve los perversos rodear su historia de un gran misterio que induce una creencia en el otro sin que nada se haya dicho: ocultar para mostrar sin decir. (Marie-France Hirogoyen, «el Acoso Moral», página 94).

Empleo de la paradoja: Al bloquear la comunicación por mensajes paradójicos, el perverso narcisista coloca el tema en la imposibilidad de proporcionar respuestas convenientes, puesto que el interlocutor no comprende la situación. El receptor de la paradoja, se agota intentando encontrar soluciones, las cuáles son en cualquier caso inadecuadas y, cualquiera que sea su resistencia, no puede evitar la aparición de la angustia o la depresión. (Marie-France Hirogoyen, «el Acoso Moral», «la comunicación perversa», página 111).  El perverso narcisista se distingue del perverso sexual por el lugar de la negación. En el caso de los perversos sexuales, hay una negación del sexo de la mujer.

Principio de realidad. El perverso narcisista no se interesa por la realidad, sino por el puro juego de las señales lingüísticas. Para él, la ley es la de su deseo, en el momento. El perverso narcisista, lo dijimos, gusta de la controversia. Es capaz de apoyar una opinión un día y de defender las ideas opuestas el día siguiente, justamente para hacer renacer el debate o, deliberadamente, para chocar. (Marie-France Hirogoyen, «el Acoso Moral», página 108).

Como ejemplo de esa alteración del principio de realidad hay que decir que la lingüística moderna que expulsa el referente parece darle todos los derechos al manipulador. Eso le permite todas las negaciones, las negativas a ver (en los textos históricos o míticos) a las víctimas, reconocer las masacres, los genocidios y a los cabezas de turco.

Esta desaparición contemporánea de lo real, es aprovechada por el perverso y favorece la «banalización del mal». Hay una introyección de la culpabilidad en la víctima: «todo es mi culpa», y, para el perverso narcisista, una proyección fuera de sí mismo rechazando la culpabilidad y poniéndola sobre el otro: «es su culpa». (Marie-France Hirogoyen, «el Acoso Moral», página 112).

El otro sólo tiene existencia en la medida en que se mantiene en la posición de doble que se le asigna. Se trata de destruir, negar toda diferencia. El agresor establece esta relación de influencia para su propio beneficio y en detrimento de los intereses del otro. La relación con el otro se coloca en el registro de la dependencia, dependencia que se asigna a la víctima, pero que quien la proyecta es el perverso. Cada vez que el perverso narcisista expresa conscientemente necesidades de dependencia, se las arregla para que no se pueda satisfacerlo: o la demanda supera las capacidades del otro y el perverso aprovecha, entonces, para señalar su impotencia, o la demanda se hace en un momento dónde se no se puede responder. El perverso solicita el rechazo ya que eso lo tranquiliza de ver que la vida es exactamente para él como siempre había sabido que era. (Marie-France Hirogoyen, «el Acoso Moral», página 115).

En la fase de influencia, la acción del perverso narcisista sobre su víctima es esencialmente inhibir su pensamiento. En la fase siguiente, él provoca en ella sentimientos, actos, reacciones, por un mecanismo de prescripción. Si el otro tiene suficientes defensas perversas para jugar el juego de la escalada, se establece una lucha perversa que sólo se terminará por la rendición del menos perverso de los dos. El perverso intenta impulsar a su víctima a actuar contra él para a continuación poder denunciarla como «mala». Lo que importa, es que la víctima parezca responsable de lo que luego le va a ocurrir. (Marie-France Hirogoyen, «el Acoso Moral», página 122

La originalidad y la desdicha del narcisismo patológico vienen de que este narcisismo exacerbado se construye sobre un vacío. El perverso va a odiar y a destruir lo que le gusta y busca intensamente. El problema del perverso narcisista consiste en remediar su vacío. Para no tener que enfrentar este vacío (lo que sería su curación), el Narciso se proyecta en su contrario. Se vuelve perverso en el primer sentido del término: ya que se desvía de su vacío (mientras que el no perverso se enfrenta este vacío). De ahí su amor y su odio hacia una personalidad maternal, la figura más explícita de la vida interna.

El Narciso tiene necesidad de la carne y la sustancia del otro para llenarse. Pero es incapaz de alimentarse con esta sustancia carnal, ya que no dispone de un principio o mínimo de sustancia que le permitiría acoger, apropiarse y hacer suyo la sustancia del otro. Esta sustancia se convierte en su peligroso enemigo, porque le revela el vacío a sí mismo. Los perversos narcisistas experimentan un deseo muy intenso respecto a las personas que parecen poseer las cosas que ellos no tienen o que simplemente obtienen placer de su vida.

La apropiación puede ser social, por ejemplo seducir a un socio para que la presente e introduzca en un medio social que se envidia: alta burguesía, medio intelectual o artístico… El beneficio de esta operación es poseer a un socio que le permita acceder al poder. Una vez conseguido eso, combaten a continuación el aprecio a sí mismo del socio y la confianza en sí del otro, para aumentar su propio valor. En definitiva, se apropian del narcisismo del otro. (Marie-Francia Hirogoyen, «el Acoso Moral», página 132

Alerta acoso (Fuente: CFDT Landas) http://perso.orange.fr/cfdt.landes/outil2.html

Algunas señales relativas a la personalidad y del perfil perverso narcisista.

1) VICTIMIZAR

Hacer de otros su víctima para aumentar la imagen defectuosa que tiene de sí mismo: tanto si es masculino, como si es femenino, el proyecto de este sujeto son las apariencias engañosas. Este sujeto, por otra parte maestro en el arte de la seducción y del misterio, organiza, a través de un trabajo de zapa psicológico, la demolición mental del otro, ya que es incapaz de respeto de la dignidad humana.

2) HUMILLAR Sus medios son los propios de la desvalorización, la humillación, la denigración, y también del discurso contradictorio y paradójico, de la polémica sistemática. El recurso a la alusión, a lo no dicho y al sobrentendido es frecuente.

3) CULPABILIZAR  Es difícil para el acosado de tomar conciencia que esta siendo manipulado, en la medida en que el «verdugo» se arregla para no ser nunca tomado en flagrante delito y así, hacer pasar otro como culpable. Acosar, es saber invertir las situaciones, acusar a otros de todas las culpas y de todos los males, es arreglarse para desempeñar siempre el mejor papel.

DEFENDERSE

Es necesario saber que todo debate frontal con el perverso será perdido por la víctima, en la medida en que el perverso narcisista hace fuego de todo argumento y genera dolor. Por ello, toda crítica emitida debe ser muy precisa y limitarse a lo indispensable.  Para protegerse hay que saber evitar alegar los propios éxitos, saber prodigar algunos cumplidos convenientes cuando sea necesario (lo que es una forma de manipulación pero «permitida» para protegerse, o incluso defenderse). También hay que controlar las propias emociones y seguir estando vigilantes, ya que el acosador sabe explotar las emociones y sabe simular perfectamente la generosidad hacia su objetivo. Hay que evitar reaccionar ante las provocaciones, seguir protegiéndose en el futuro y preparar las pruebas.

Retrato del verdugo: (el perverso narcisista) puede a veces hasta ser encantador al primer momento. Luego su tono se hace monocorde, su discurso condescendiente, su aire superior. Siendo sus armas favoritas: aislar, descalificar, rechazar la comunicación, vejar.

Es inútil razonar con él o ella. No prueba la culpabilidad de la víctima (ante la ley puede hacer lo mismo). Su talento: tapar aquello que hace mal y hacerse pasar él mismo como víctima de las pretendidas incompetencia o malevolencia de su víctima a modo de cabeza de turco. Cuando el objetivo decide retirarse a sus asaltos y someterse, puede demostrar amabilidad (para atraerla en sus redes), entonces se busca otra presa.

Retrato de la «víctima». Dotada, concienzuda, afable, da el mejor de sí misma. Estas son cualidades que el perverso desea. La víctima es viva y extravertida, que expresa sus éxitos y su felicidad. Generosa, no puede resignarse a la perversidad y no es raro que busque excusas a su verdugo. Lo que, en verdad,  aumenta su vulnerabilidad, es su sentido de la responsabilidad y su propensión a culpabilizarse. La víctima es una persona que admite demasiado fácilmente la crítica y se mata a dar satisfacción

Acerca de Jorge Olalla Mayor

Publicista, Director Creativo, Coach Ontológico
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