Los Santos del Demonio

 

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“Nadie puede hacer el bien en un espacio de su vida, mientras hace daño en otro.
La vida es un todo indivisible”
Mahatma Gandhi

Tal vez lo que finalmente nos enseñó el sacerdote Fernando Karadima, es que detrás de toda devoción desmedida e irreflexiva profesada a un ser humano, hay un hecho criminal. Cuando no es así – lo que es muy poco común- significa que en definitiva estaríamos en presencia de un Santo.

El problema es cuando vemos un Santo en quien no es tan Santo y que más bien… es un demonio. Entonces nos entregamos al inocente engaño de ver un Santo en quien no lo es.
En honor a la verdad, distinguir esa diferencia lleva apenas unos minutos de reflexión pero, lamentablemente, los demonios no te dejan ni siquiera pestañar y absorben tanto tu atención que te olvidas completamente de reflexionar, porque además todo lo que dice el Santo (que es un demonio) ya viene reflexionado, por lo cual no es necesario reflexionar más.

Fernando Karadima es un demonio, o mejor dicho un Santo del Demonio.

Sus sermones eran de antología. La fuerza de sus palabras y el talento para entregarlas era un placer, un deleite y un privilegio de escuchar.  Su notable capacidad histriónica  lograba que la misa se hiciera corta, lo que no muchos sacerdotes consiguen en sus misas.

Sus Sermones provocaban innumerables conversaciones que surgían posteriormente entre los asistentes a sus misas del domingo. Era un auténtico líder de opinión y además un gran negociador que en todas sus actividades públicas o privadas era naturalmente el gran centro de atracción. Siempre escucharlo era un deleite y un privilegio. Sus consejos eran casi milagrosos.

Sin embargo cuando terminaba la misa, a esos los dones y talentos, Don Fernando le agregaba un maligno ingrediente: la Perversidad, la omnipotencia divina, el ser superior, es exactamente lo opuesto a la humildad. Su comunidad estaba mayoritariamente compuesta por jóvenes vulnerables emocional o económicamente, que veían en el favor de él, una posibilidad maravillosa para surgir. Ellos también  sentían que estar con él era un privilegio.

La confianza ciega y la lealtad total, un mas refinado caldo de cultivo para la adulación y el sometimiento. Entonces el Santo los bendecía y el Demonio los abusaba.
La incoherencia y la impunidad se asociaban para delinquir.

Nadie decía ni opinaba nada. Escuchar, obedecer y adular era lo único permitido y en esas condiciones debía fluir las conversaciones y las labores diarias.

La perversidad y la inteligencia unidas, jamás serán vencidas.

Son tan poderosas juntas, que desafiarlas requiere de una cuota muy alta de paciencia y coraje. Quienes se atreven a desafiar a estos demonios (que a su vez son Santos)  siempre serán sometidos a las pruebas más humillantes antes de demostrar su verdad. En realidad son muy pocos los que llegan hasta el final para denunciar lo que sucede en ese lado siniestro de los seres humano perversos.

Si tuviéramos que decidir cuál es la gran enfermedad del siglo XXI, el abuso sería lejos el más votado. El abuso es una peste letal para la humanidad y su único antídoto es el coraje. El abuso reina en el miedo.

Ahora, todo esto, en parte lo sabemos  por la existencia de las redes sociales que se enlazan en forma autónoma y permiten a cualquier persona tener acceso a un núcleo de opinión e información, que a su vez puede ser compartido y multiplicado miles de veces.

La corrupción y el abuso moral son formatos de abuso que recién en este último tiempo aparecen en su real dimensión, no sólo gracias a las redes sociales, también y por supuesto, al coraje de quienes se atreven a denunciarlo, dando la cara y no en forma anónima. Sólo así puede ser creíble y tiene valor para la sociedad. Estos pioneros corajudos son los héroes que iluminan ese lado oscuro de la luna sabiendo que sus posibilidades son mínimas y que en ello arriesgan su honor y tal vez hasta la vida.

Enfrentarse a un Karadima o a un Weinstein es tarea de valientes que decidieron lanzarse al vacío sin saber exactamente dónde caerán.

Acerca de Jorge Olalla Mayor

Publicista, Director Creativo, Coach Ontológico
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