El Dr. Wilson, la medicina holística y mi mamá

Wilson y Julio se transformaron en inseparables.

Se conocieron el año 97, cuando Wilson, un médico titulado en una Universidad de Chile y que afirmaba tener ciertos dones y facultades paranormales o bien “paramédicas”, hizo el programa de formación profesional en la Escuela.

Wilson detectaba en forma natural las energías de las personas. Veía la áurea tan nítida como nosotros vemos las flores. La premonición y la presencia virtual también eran parte importante de su oferta, dones que el Dr. Wilson ponía generosamente al servicio de otros.

Wilson admiraba a Julio  y a su vez Julio comenzó a admirarlo durante el proceso de formación. Sus nuevas mujeres  se hicieron amigas. Estos dos mundos: el asombro del coaching y la magia holística comenzaron a danzar juntos transformándose en un vínculo de amistad profesional, medicinal y de negocios.

La consulta de Wilson comenzó a darse a conocer en la Comunidad y su agenda se copó. Julio se encargó de darle a Wilson un certificado de asombro que llamó la curiosidad y los deseos en la comunidad de experimentar la misma medicina que estaba tomando con tanto entusiasmo  el maestro. Su débil negocio comenzó a crecer y crecer. Los pacientes salían asombrados; el Dr. Wilson es un brillante orador y maneja un buen dossier de anécdotas y episodios paranormales.  Esto y el aval de Julio transformaron al Dr. Wilson en algo así como un extraterrestre que para suerte de la humanidad trabaja en nuestro planeta, en Chile y atiende a los coaches de la comunidad.

Actualmente el Doctor Wilson agenda consultas con meses de anticipación y el valor de  su consulta es el doble de otros médicos. En la Comunidad no se quejan, «es mas caro pero… ¡es Wilson!»

Consultar a Wilson otorga puntos en la comunidad.

Julio no necesita pedirle hora y acostumbra a consultarlo por todo y de todo. Le confiere poderes especiales y éste lo atiende en cualquier lugar del mundo, ya que el Doctor Wilson además trata a distancia, igual que esos monjes de Brasil. Cuando hay alguna enfermedad en la familia o en el circulo de amistades Julio respira profunda mirando al cielo y bajando  bajando su mirada con rostro serio y sabio dirá «Tienes que ver a Wilson» en un tono que expresa algo así como que el ir a verlo es la única solución que – hasta hoy – existiría en el universo.

Una vez  lo entrevisté para la Revista Institucional de la Escuela. Es un hombre entretenido, lo que sabe lo cuenta bien y con autoridad, le gusta contar anécdotas y le pone una cuota de humor. Como yo soy un entusiasta y curioso seguidor de Fenómenos Anómalos, la conversación fue muy amena y la publicación de esa entrevista cimentó aún más su imagen de milagroso, aceptado en la comunidad y en algunos círculos más bien intelectuales en los que se presenta como Médico Holístico o especialista en Medicina Holística.

El Dr. Wilson no goza del mismo prestigio en los círculos más académicos o entre sus pares médicos. Muchos ponen en duda tales dones o capacidades especiales que él proclama; algunos tienen el juicio de que es un chanta (charlatán). Sin embargo cuenta con logros y testimonios de pacientes que tienen total fe en él.

Desde que hizo el programa de formación en la Escuela, el Dr. Wilson adoptó esas enseñanzas en sus diagnósticos y tratamientos, por ello,  la emocionalidad, lo esotérico y lo paranormal, son temas fundamentales en las conversaciones cuando sus pacientes lo consulta.
Es tanto el entusiasmo con que Antoine lo presenta a sus conocidos, que hay una sutil sospecha de que son parte de los negocios. Wilson en algunas oportunidades hizo algunos módulos durante las conferencias donde realizaba algunas dinámicas algo polémicas, en las cuales intentaba demostrar que las emociones se pueden medir con instrumentos, diseñados por él. Esto causó risitas y comentarios en los pasillos de las conferencias, pero como era el invitado estelar de Julio, no se atrevía a decir nada y cuando Julio hablaba de él todos  asentían o adulaban.

Mi imagen de él siempre fue de respeto y una moderada admiración. Una vez vio a mi hija y su diagnóstico holístico me hizo sentido.

La imagen del Dr. Wilson se desplomó completamente cuando le recetó un remedio a mi madre con 93 años.

En esa oportunidad fue consultado telefónicamente por Julio, quien recién había llegado a Chile y encontró a la mamá en cama, sin energías, con un dolor agudo en la espalda, durmiendo mucho, con dificultades para comer y otras dificultades más que obligan a poner atención. El Dr. Wilson escuchó a Julio y le recetó Tramadol, unas gotas que después de ingerirlas hicieron entrar a la mamá en un estado casi de locura. Se levantaba y gritaba desesperada, no era posible calmarla y su débil corazón casi estallaba. El Tramadol es un sustituto de la morfina en casos de mucho dolor. Fui una irresponsabilidad, una estupidez.

Hablé seriamente con Julio sobre esa  decisión que puso seriamente en riesgo la salud y estabilidad de la mamá.
Le pedí  que antes de tomar cualquier decisión de salud debía consultarlo con el médico que la atiende, por  cuidado y por respeto.

Pero Julio no respetaba a nadie que no fuera el Dr. Wilson. Creo, eso sí, que se asustó mucho cuando supo de los efectos que esas gotas habían causado en ella.
Aun así apenas se disculpó en una breve respuesta por email.

Un mes después, la mamá tuvo un evento vascular que le semiparalizó el hemisferio derecho. Su salud tuvo un descenso rápido y hubo que contratar una enfermera. La empleada que la cuidaba ya no podía atenderla sola, apenas descansaba.Fueron momentos preocupantes.

Julio viajó a verla “Pasaré una semana con ella y si su salud se complica me quedaré más tiempo”. Esta vez se alojó en un Hotel y en las tardes pasaba con ella un par de horas.
Un día de esa semana, exactamente el jueves cuando llegué a verla,  estaba Julio con el Dr.Wilson en la habitación de la mamá. Los saludé (no tan cariñosamente como antes) y me quedé en la habitación. Estaba ahí mi madre, semi durmiendo y semi inconsciente, en posición fetal.
En realidad, llevaba toda una semana o más así.

El Dr. Wilson recién había llegado y se preparaba para examinarla. No dije nada y observé lo que hacía; de reojo miré a Antoine con no muy cara de amigos, como diciéndole “¡otra vez tú,Wilson!”.

El Dr. Wilson comenzó a mover los dedos como pre calentándolos, esto lo hacía de forma algo histriónica y luego de un breve tiempo comenzó a pasar sus manos encima del cuerpo de mi vieja. a unos 10 cms. de distancia, sin tocarla.

Estuvo algunos minutos en esa especie de ritual. Luego se detuvo y se puso a reflexionar y de repente continuó  examinándola de la misma manera. La empleada que atendía a la mamá y estaba presente, preguntó por qué  la examinaba así. Luego de unos segundas Wilson se detuvo y le respondió: “De esta manera yo recibo las energía de su cuerpo, tengo la capacidad de captar eso y observar también su áurea”

Al parecer esto no logró impresionar a la mujer quien tenía claro que este era el mismo Dr. que le había recetado el famoso Tramadol. “Mmmmm” pensó ella.

El Dr. Wilson nuevamente se concentró en sus pensamientos y luego nos invitó, a mí y a Julio a conversar privadamente.

Nos reunimos entonces en el living del departamento.

Estábamos los tres de pie configurando un triángulo en que cada uno ocupaba un vértice. Wilson nos puso una mano a cada uno en la espalda y en tono de complicidad nos dijo:

“Tienen mamá para rato, sus energías están potentes”

Antoine pareció respirar aliviado, eso era exactamente lo que quería escuchar. Sonrío complacido y dándole una palmaditas en el hombro a Wilson le agradeció infinitamente por lo que hacía, se veía emocionado. Entonces Antoine decidió regresar a USA el mismo sábado.

Yo quedé muy preocupado por el diagnóstico de Wilson. Por una parte me sorprendió la seguridad con que hizo esa afirmación y pensé en lo terrible que sería para la pobre vieja seguir soportando la vida en el estado en que estaba. Mi madre quería descansar y cuando tenía algunos minutos de lucidez expresaba el deseo de irse, de entregarse, ya no daba más.

Por otra parte, yo había tenido la experiencia de acompañar a mi padre cuando falleció y viendo en esos días cómo estaba mi madre me resultaba casi obvio que estaba en proceso de agonía. Su médico no me lo decía pero lo insinuaba. No es muy ético declarar sobre cuánto tiempo de vida le queda a un paciente aunque parezca evidente el desenlace.

Julio se fue el sábado por la noche…
… a los tres días nuestra madre falleció.

Volvió para los funerales, que hubo que aplazarlos en un día para que alcanzara a llegar. Tengo la idea de que Julio se regresó a USA porque tenía verdadero pánico de estar presente cuando su madre dejara de existir.

Del Doctor Wilson nunca más supe. No recibí sus condolencias. Tampoco lo vi en la capilla ni en la iglesia. Su vergüenza, si es que la tiene,  prefirió esconderla en la indiferencia.