Vi los 6 capítulos de la Serie de Netflix Wild, Wild, Country. La historia es real pero parece sacada de una imaginación superior.
Publicado el 20 abril, 2018 por Jorge Olalla Mayor
(Modificado 20 de Abril 2023)
Las seis horas me las devoré en 2 sesiones en las que estuve pegado a la pantalla. Es un documental realizado con el abundante material de imágenes, publicaciones y testimonios que se acumularon durante los más de 4 años en que se sucedieron los hechos en la localidad de Antelope, Oregón, en USA 1981.
Fue allá donde el gurú Bhagwan decide mudarse desde la India.
Su situación allá era insostenible y podía caer preso en cualquier momento. En esa época gobernaba Indira Gahndi quien no veía con buen humor la presencia de quien también era llamado Osho.
Para ella Osho era un iluminado, un farsante, un manipulador.
El documental que sólo presenta imágenes de archivo, supera cualquier realidad y hasta la más frondosa creatividad.
Bhagwan a través de su adoratriz y generalísima secretaria Sheela, compra 2.500 hectáreas en medio de la nada y las transforma en un “pueblo feliz”.
La fortuna del Gurú daba para eso y mucho más. Llegó a tener 90 Rolls Royce, aviones jets privados y a miles de seguidores, muchos dispuestos a dar su fortuna y su vida por él; se entregaban a adorarlo sin medida. Según muestra el documental en ese contexto el sexo era abundante y desenfrenado.
Sheela se transforma en la vocera y administradora, algo así como la Gerente General de la secta mediante la cual el Maestro opera sus redes.
Sheela llega a ser tan poderosa y arrogante que no duda en declararle la guerra al pueblo de Antelope, a la ciudad de Wasco y a todo el país que veía asombrado lo que sucedía en ese extraño pueblo que nacía en Oregon.
Si no la has visto, te invito a hacerlo, para mi es de lo mejor que ha realizado Netflix.
Llama la atención el fervor y el amor incondicional que este Gurú provocaba. Sólo a modo de comentario destaco las palabras de Sheela al maestro cuando lo vio por primera vez:
«Mi madre me llevo a verlo; ella seguía al maestro. Recuerdo que cuando estuve frente a él me abalancé y caí abrazando sus rodillas, fue un amor total e inmediato y juré que jamás me alejaría de su presencia»
Guardando las proporciones, estos comportamientos no son muy diferentes a lo que hoy suceden en algunas comunidades cerradas. La gran diferencia está en la ostentación, en la puesta en escena.
Los Gurús de hoy son mesurados y comportados en las apariencias. No usan largas barbas, ni túnicas, ni Rolls Royce, ni relojes de diamantes como Bhagwan, tampoco le exigen uniformes a sus seguidores y por ningún motivo aceptan ser llamados Gurú, ni siquiera en broma. Su lenguaje es más académico y por lo general se apoyan en la filosofía, en reconocidos y aceptados pensadores. Es la forma… la que moldean a su antojo, pero el objetivo siempre es el mismo: dinero y poder a través de la manipulación.

Los Bhagwan de hoy, usan terno y corbata, algunos más osados y rebeldes usan llamativas poleras, Muchos pertenecen al mundo político, agrupaciones y partidos de tensas ideologías. Sus adoratrices les llevan la agenda, administran sus negocios, son sus consejeras, paño de lágrimas y ocasionalmente si es preciso les hacen masajes energéticos, en privado.
Se organizan en comunidades, que sólo se reúnen en eventos muy bien organizados de unos cuantos días. Sus adoradores son en su mayoría mujeres; gente de clase media acomodada, intelectuales y profesionales deseosos de ser abrazados y contenidos en ese bien diseñado y celestial regazo, que los colaboradores del Gurú preparan con esmero e impecabilidad. El entusiasmo, la alegría y la adulación es total; no se permite otra cosa.
Los Gurús de hoy se muestran moderados, profundos y con una bendita mirada celestial.
A esa aureola de Santo se agregan otra aureola: la académica o la científica, que los protege de naturales desconfianzas. Los diplomas y las medallas abundan.
Todos estos Gurús han descubierto una nueva técnica, que a su vez tiene su origen en varias otras, y la transforman en un método sanador o de desarrollo o de crecimiento, que funciona para todos. De ahí vienen las promesas, los diplomas, la creación de entidades que nadie regula; más bien dicho las regulan ellos mismos a través de sus propias entidades certificadoras que les otorgan certificados y títulos honoríficos.
Hoy es posible tomar un curso de algunas semanas o meses, por ejemplo de «Sanación Telepática», «Matiz del Tercer Orden» o «Respiración Filantrópica » y obtener un Diploma que te permite profesionalizar esa experiencia y ¿porqué no? tener éxito y hasta hacer incluso un Nivel II Avanzado.
Las sectas de hoy ya no son irreverentes, ni rupturistas, ni tan descaradas como las de antes, se han ido sofisticando, camuflándose y adaptándose a un mundo que está más austero y atento a los abusos; un mundo con una legislación que admite al menos la posibilidad de denunciarlos.
Hasta hace poco tiempo atrás, Herbalife, Amway, Relevance, Way Way Side, entre otras organizaciones, fueron y aun son ejemplos de un tipo de manipulación masiva a través de sus fanáticos devotos. Algunos amigos míos cayeron por esos lados y fue horrible tener que aguantar sus permanentes embates para intentar convencerme de ser parte de ellos para vender sus productos y captar a otros seguidores. Primero me invitaban a reuniones para aprender desde una “Técnica asombrosa de ganar dinero” hasta “Respiración oriental para mejorar la calidad de las vibraciones planetarias”.
En las reuniones o charlas de información sólo se ven ángeles sonrientes. Al término de ellas, prácticamente te obligaban a comprar sus programas o productos, los que prometen de todo, desde transformación. prosperidad, hasta longevidad.
Y si no lo hacías era incomprensible “Te estás negando a que tú y tus hijos sean felices” presionaban, “es inentendible que rechaces un camino para triunfar y hacerte rico”. Menos mal que ninguno de ellos se hizo rico, así hubiera sido muy triste para mí haber decidido rechazar esa panacea.
Al final todos terminaron en crisis, endeudados y con sus relaciones quebradas. Involucraron a sus familiares y amigos quienes les creyeron y sucumbieron a la insistencia feroz a que fueron sometidos. Fueron engañados y no tuvieron a quien quejarse.
El final de Wild Wild Country es mucho peor aun y el desenlace es tan impresionante como toda la historia.
En una de las escenas finales aparece Sheela dando una entrevista, luego del total quiebre de las relaciones con el maestro. Ella despechada, le declara a través de la prensa:
“Es hora de que la gente te conozca como yo te conozco. Por un lado eres un genio y un hombre preciosos y por otro lado eres un explotador, un manipulador que abusa de la fragilidad del ser humano y sus emociones”
La respuesta del maestro no se hace esperar, para ello reúne a toda la comunidad y lo que dice no fue muy poético:
“Sheela está drogada, es una traidora y una prostituta”
Sheela entendió que estaba enfurecido.