Por muy perverso o inmoral que sea un líder, siempre tendrá un lado bueno. El desafío es encontrarlo. Los tiranos son personas que provocan 2 contextos muy definidos en los demás: uno es el rechazo, la rabia y el odio. El otro es el miedo, el sometimiento, la adoración.
Ellos saben muy bien que quienes se someten son leales y confiables básicamente porque tienen miedo a perder sus privilegios. Por eso es que su forma de relacionarse con el líder es teniendo como fuente inspiradora a la adulación.
Es la adulación la morfina que mantiene la arrogancia de los Tiranos. Los aplausos desmedidos, las palabras zalameras y las miradas emotivas de admiración, llenan de energía e impunidad a los Tiranos.
Tal vez por esto sería necesario que en el caso de Maduro, sus oponentes (que casi son toda la humanidad) le dieran un reconocimiento que ablande su corazón y ceda al fin su espacio a otros para salvar a su país.
El problema es que por más que uno piense, no encuentra ningún reconocimiento que darle a este Nicolás Maduro, que lamentablemente no cuenta con ninguna iniciativa ni obras que merezcan un reconocimiento. Ese es un gran problema. Los Tiranos adoran recibir un reconocimiento genuino de un adversario, con ello su orgullo podría hasta explotar de alegría.
Los tiranos ni siquiera reciben reconocimientos de parte de su familia ni de sus amigos, ni siquiera de su madre. Sólo reciben adulaciones, las mismas – mismas que reciben siempre.
Se me ocurre entonces, darle a Maduro un reconocimiento por ser un Líder que podría entender que sin él, su país, la nación Venezolana, aún está a tiempo de salvarse del caos y del infierno en que se encuentra. Y que él será capaz de considerar seriamente dar un paso al costado en condiciones favorables para su vivir posterior.
Seguramente eso, todo el mundo se lo va a reconocer.