“No nos une el amor, nos une el espanto”

La noche del 15 de Noviembre en esa especie de zoológico que habita nuestro Congreso, hubo unos minutos de paz, de relajo, de alivio y de todas las sensaciones que nos embargan cuando en medio de semanas de terror, nos sentimos por primera vez más protegidos.

Todos tuvieron que agachar el moño al menos durante esos días o bien esa noche, de lo contrario el país se quebraba en pedazos (tal vez no más de dos o tres pedazos… pero se quebraba).

Durante toda la jornada nuestros parlamentarios tuvieron que inventar – juntos – una salida al caos. El país no iba a aceptar otra cosa que no fuera una salida a esta pesadilla que estallaba en toda la nación.

Esa noche todos vendieron cruces, todos bajaron con humildad la mirada.
Se sonrieron, se agradecieron, se abrazaron entre sollozos y lágrimas. Todos ellos sin excepción sintieron que a pesar del descrédito gigante que ostentaban en la percepción ciudadana, habían sido capaces de dar vuelta la historia, dejar las diferencias en honor y méritos al País, a la Patria, a la República, a Chile.

Era tal el entusiasmo que los parlamentarios incluso juraron bajarse los honorarios a la mitad, lo que era un clamor unánime del país y que no había sido jamás considerado.

Fueron «héroes por un día» como cantaba el gran David Bowie.

Al igual que el amor, el miedo también une a las personas, por muy diferentes que sean y esa noche en el Parlamento, el aceite con el vinagre se mezclaron para protegerse de un enemigo misterioso y poderoso que aterraba a ambos.

¿Y cómo se pudo lograr eso?

Bueno, al igual que en tantas otras civilizaciones, a alguien se le ocurrió recurrir a los textos sagrados. En este caso fue  para ofrecerlos como sacrificio en aras de la paz y la unión de todos; fue así como una olvidada Constitución la desempolvaron  y en un breve juicio fue acusada y condenada como la gran culpable del horror que estábamos viviendo en esas primeras semanas en qué Chile despertó, como se dice.

Es verdad, Chile despertó y con una tremenda resaca. Lo hizo de pésimo humor y fuertes dolores de cabeza. Amaneció con los monos, ese día Chile se levantó con la pata izquierda, como también se dice. La violencia se tomó las calles, las redes sociales y todo lugar de convivencia; la violencia invadió todo y a su vez todo cambió a algo que no se sabía bien ni lo que era ni de dónde venía.

Durante las primeras semanas del estallido, la incertidumbre y el miedo se apoderaron del país.

Era notorio que en el parlamento, los honorables estaban a su vez con más miedo aún. El país ya no los quería, más bien los detestaba; ellos representaban  con perfección la corrupción, el engaño y el aprovechamiento de las instituciones y en especial la de ellos, que fueron elegidos justamente para cuidar a nuestro país, las instituciones y a los ciudadanos… y aparecían involucrados en actos y conductas  completamente alejadas de sus promesas, de sus ideologías y de los valores humanos que cada servidor público debe honrar.

Cuando una institución se ha ganado esa imagen en el país, se puede al menos suponer que en un contexto de caos pueden ser hasta ajusticiados por las turbas. Esa pudo haber sido la sensación de miedo que los  impulsó a darse una pausa para consensuar un día de sensatez y obtener una noche que fue tan triunfal para ellos como también un alivio para los ciudadanos del país, sin distinción.

Las imágenes en TV y Redes mostraban a un parlamento que estaba dando un ejemplo de cordura y patriotismo al mundo entero

Dicen que esa noche, la aprobación para hacer una nueva Constitución alcanzó espontáneamente un 97% de aprobación. La idea era un perfecto salvavidas para rescatar un país que se hundía e intentaba desesperadamente salir a flote pataleando, sin saber nadar. Y fue esa noche que la desesperación se calmó aferrándose a este salvavidas que al menos esa vez resistió estoicamente.

Pasaron algunos días y como suele suceder, las moléculas de vinagre y aceite comienzan nuevamente a separarse y poco a poco van regresando a su verdadero origen, en que al final ambos aderezos se separan nítidamente.

Entonces aquella gran idea de unir a todos los chilenos para que en común acuerdo redactemos  una nueva constitución, nuestra constitución, la que todos respetaremos y honraremos con nuestro propio ejemplo… pasó a ser una idea cuestionable, interpretable y rechazable.

“La idea es buena, pero… “

Y comenzaron a asomar pero tras pero… hasta que, los mismos que se abrazaron como si hubieran salvado al planeta de un ataque alienígena, comienzan a reinterpretar y desconocer lo que juraron. Además, para peor,  subestimaron a los alienígenas.

Entonces volvemos a fojas cero, y esa idea tal vez romántica y bien inspirada, que todos acogimos esa noche con alivio y esperanza, ahora se convirtió en un nuevo frente de aversión de unos contra otros.

A lo mejor antes de cambiar la Constitución, cambiemos el Parlamento y elijamos nuevos representantes que además de sus competencias técnicas también demuestren valores humanos. Cualquier ciudadano que cultive estas dos facetas será bienvenido y una gran esperanza.

Y por último, lo más importante es atender las demandas de los jóvenes que son quienes realmente está conduciendo al país.

Para bien y para mal.

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“No nos une el amor, nos une el espanto” Esta frase pertenece a un amigo Argentino, Redactor Creativo, con quien trabajé en Buenos Aires hace ya muchos años. Cuando le preguntaba por su matrimonio o por su esposa, él siempre respondía: “No nos une el amor… nos une el espanto “que era como decir: “Sólo nos une el miedo a separarnos”

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Qué pasaría si… :

https://jorgeolalla.com/2020/01/03/posibilidades-de-una-nueva-constitucion/#more-3887

…os recomiendo

 

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Acerca de Jorge Olalla Mayor

Publicista, Director Creativo, Coach Ontológico
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